Si España fuese una empresa, sería el clásico ejemplo de compañía cuyo posicionamiento de mercado se ha quedado, en términos generales, “en medio de la nada”, ni tenemos el producto que se puede diferenciar ni podemos producir a bajo coste.
Alimentada la última década por el sector inmobiliario y de la construcción como principal fuente de riqueza (el chollo se acabó), con un panorama industrial desolador ( carne de la deslocalización ya que seguimos con baja productividad pero con unos costes salariales que ya no son competitivos), con una educación, que en términos generales, es la que es (ya no hablo de que la mayoría de la población debería ser ingeniero de la NASA, sólo hay que fijarse en el nivel de inglés), y con un sistema de pensiones cuya estructura piramidal me temo que dejará a Madoff como un aprendiz, pocas alternativas le veo como ventajas competitivas a la España actual salvo intentar remedar una especie de Florida a la Europea.
En medio de una fuerte polémica por el destino de los fondos que ha recibido del gobierno, la aseguradora AIG estadounidense reveló ayer que unos 105.000 millones de euros han ido a parar a Estados y bancos. Entre las entidades beneficiarias de estos pagos, Reuters cita a los estadounidenses Goldman Sachs, Merrill Lynch y Bank of America, y a los europeos Deutsche Bank, Societé Générale, RBS, UBS, BNP Paribas, Banco Santander, Danske, Rabobank y Calyon.
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