jueves, 4 de febrero de 2016

la sexascelencia o señoras que se han divertido y divierten.




La Sexalescencia

Si miramos con cuidado podemos detectar la aparición de una franja social que antes no existía: la gente que hoy tiene alrededor de sesenta años:

LA SEXALESCENCIA. Es una generación que ha echado fuera del idioma la palabra "sexagenario", porque sencillamente no tiene entre sus planes actuales la posibilidad de envejecer. Se trata de una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición en su momento, de la "adolescencia", que también fue una franja social nueva que surgió a mediados del S. XX para dar identidad a una masa de niños desbordados, en cuerpos creciditos, que no sabían hasta entonces dónde meterse, ni cómo vestirse.
Este nuevo grupo humano que hoy ronda los sesenta o setenta, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria. Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura latinoamericana le dio durante décadas al concepto del trabajo. Lejos de las tristes oficinas, muchos de ellos buscaron y encontraron hace mucho la actividad que más le gustaba y se ganan la vida con eso. Supuestamente debe ser por esto que se sienten plenos; algunos ni sueñan con jubilarse. Los que ya se han jubilado disfrutan con plenitud de cada uno de sus días sin temores al ocio o a la soledad, crecen desde adentro. Disfrutan el ocio, porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos y sucesos fortuitos bien vale mirar el mar con la mente vacía o ver volar una paloma desde el 5º piso del departamento.
Dentro de ese universo de personas saludables, curiosas y activas, la mujer tiene un papel rutilante. Ella trae décadas de experiencia de hacer su voluntad, cuando sus madres habían sido educadas a obedecer y ahora pueden ocupar lugares en la sociedad que sus madres ni habrían soñado en ocupar.

Esta mujer sexalescente pudo sobrevivir a la borrachera de poder que le dio el feminismo de los 60′, en aquellos momentos de su juventud en los que los cambios eran tantos, pudo detenerse a reflexionar qué quería en realidad. Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras que siempre habían sido exclusivamente masculinas, algunas estudiaron una carrera universitaria junto con la de sus hijos, otras eligieron tener hijos a temprana edad, fueron periodistas, atletas o crearon su propio "YO, S.A.". Este tipo de mujeres nacidas en los 50s. no son ni por equivocación las clásicas "suegras" que quieren que los hij/as les estén llamando todos los días, porque ellas tienen su propia vida y ya no viven a través de la vida de los hijos. Su camino no ha sido fácil y todavía lo van diseñando cotidianamente.

Pero algunas cosas ya pueden darse por sabidas, por ejemplo que no son personas detenidas en el tiempo; la gente de "sesenta o setenta"", hombres y mujeres, maneja la compu como si lo hubiera hecho toda la vida. Se escriben, y se ven, con los hijos que están lejos y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar a sus amigos y les escriben un e-mail con sus ideas y vivencias. Por lo general están satisfechos de su estado civil y si no lo están, no se conforman y procuran cambiarlo. Raramente se deshacen en un llanto sentimental. A diferencia de los jóvenes; los sexalescentes conocen y ponderan todos los riesgos. Nadie se pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona, toma nota, a lo sumo… y a otra cosa.
 

La gente mayor comparte la devoción por la juventud y sus formas superlativas, casi insolentes de belleza, pero no se sienten en retirada. Compiten de otra forma, cultivan su propio estilo… Ellos, los varones no envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte, o de los que lucen un traje Armani, ni ellas, las mujeres, sueñan con tener la figura tuneada de una vedette. En lugar de eso saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la experiencia.
 

Hoy la gente de 60 o 70, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía NO TIENE NOMBRE, antes los de esa edad eran viejos y hoy ya no lo son, hoy están plenos física e intelectualmente, recuerdan la juventud, pero sin nostalgias, porque la juventud también está llena de caídas y nostalgias y ellos lo saben. La gente de 60 y 70 de hoy celebra el Sol cada mañana y sonríe para sí misma muy a menudo…hacen planes con su propia vida, no con la de los demás. Quizás por alguna razón secreta que sólo saben y sabrán los del siglo XXI.


miércoles, 3 de febrero de 2016

los artistas nacen o se hacen?



Según el profesor de nombre impronunciable que tenéis aquí abajo estas son las características que todo genio o artista debe tener:


1. Son curiosos e impulsivos
Para elaborar su libro Creatividad (Paidós, 2008), el profesor Mihaly Csikszentmihalyi entrevistó a 91 genios, de todas las disciplinas, incluyendo a 14 premios Nobel. Una de sus principales conclusiones es que las personas con mentes privilegiadas, que logran creaciones excepcionales, tienen dos cosas en abundancia: curiosidad y determinación. “Están absolutamente fascinadas por su trabajo y, aunque haya otras personas más brillantes, su enorme deseo de lograr lo que se proponen supone el factor decisivo”, asegura Csikszentmihalyi.
2. Lo importante no es la educación, son las horas que dedican a su especialidad
Solemos asociar el expediente académico con la excelencia, pero son cosas que no siempre están relacionadas. El profesor de la Universidad de California en Davis, Dean Keith Simonton, realizó un estudio en que analizó los expedientes académicos de más de 300 genios nacidos entre 1450 y 1850, entre ellos gente como Leonardo da Vinci, Galileo, Beethoven o Rembrandt. Determinó cuánta educación formal había recibido cada uno y midió sus niveles de eminencia a través de sus obras de referencia. Sus resultados fueron sorprendentes. La relación entre educación y excelencia, al trasladarse a un gráfico tenía forma de campana: los creadores más destacados eran aquellos que había recibido una educación media, algo así como una diplomatura. Los que habían recibido una mayor y una menor educación eran menos creativos.
Los creadores más destacados son siempre aquellos que más han trabajado en su especialidad y han dedicado su vida a ellaNo cabe duda de que los genios más destacados seguían estudiando, pero eran autodidactas y, sobre todo, unos adictos al trabajo. “Los genios son todos iguales”, explicaba el crítico literario V.S. Pritchett, “nunca dejan de trabajar, no pierden un minuto. Es deprimente”.  La realidad es que, sin esfuerzo, el talento importa poco. Los creadores más destacados son, siempre, aquellos que más han trabajado en su especialidad, han dedicado su vida a ella, han aprendido todo lo que se podía aprender, y han llevado su pasión al límite.
3. Son muy críticos con su trabajo
Según el psicólogo Howard Gardner, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2011, los grandes genios como Picasso, Freud o Stravinsky tenían un patrón similar de trabajo, que se basaba en el ensayo y error: analizaban un problema, creaban una solución, la probaban y generaban una retroalimentación constante. “Los individuos creativos”, asegura Gardner, “emplean una considerable cantidad de tiempo en reflexionar acerca de lo que quieren alcanzar, si han tenido éxito o no y, si no lo han logrado, qué deben hacer diferente”.
Las mentes creativas son también las más metódicas.
4. Son sacrificados, solitarios y, en ocasiones, neuróticos
Los genios están todo el rato pensando en su obra y esto tiene múltiples desventajas. Dedicar todo tu tiempo al trabajo implica un sacrificio inmenso y una merma en las relaciones sociales. Según Csikszentmihalyi, la mayoría de genios son marginados durante la adolescencia, en parte porque “su intensa curiosidad e intereses muy focalizados resultan extraños a sus compañeros”, en parte porque los adolescentes demasiado gregarios no están dispuestos a gastar tiempo, en soledad, para cultivar su talento. “Practicar música o estudiar matemáticas requiere una soledad temible”, asegura el profesor.
En ocasiones, el sacrificio necesario para ser un genio puede rozar lo patológico. La entrega puede tornarse en obsesión: las personas excelentes no son necesariamente felices. Basta ver el ascetismo que alcanzaron Freud, T. S. Eliot o Gandhi, o la soledad autoimpuesta que desarrolló Einstein. Muchos genios desarrollan, además, una personalidad neurótica: su trabajo les volvió maniáticos y egoístas.
5. Trabajan siempre por pasión, nunca por dinero
Los verdaderos genios se desviven por su trabajo y, en ningún caso se entregan a éste por dinero, sino por pasión y vocación. “Los artistas que han desarrollado su pintura y escultura por el placer de la actividad en sí más que por las recompensas extrínsecas, han producido un arte que ha sido reconocido socialmente como superior”, asegura el pensador y escritor Dan Pink en su libro La sorprendente verdad sobre qué nos motiva (Gestión 2000). “Además, son aquellos a los que motivaba menos las recompensas extrínsecas los que, finalmente, las recibían”. 

Bueno, ni soy genio ni lo quiero ser. Están demasiado ocupados.