martes, 30 de diciembre de 2014

dos mil millones de idiotas

 

Fue la comidilla de los últimos días. Tal como se cuenta en la nota de tapa, el hit mundial del artista Psy, “Gangnam Style”, rompió el contador de YouTube. O, más bien, obligó a Google a actualizarlo, amén de haber superado los dos mil millones de visitas, límite previsto por la compañía. Empero, los pasmosos números palidecen en comparación con otro cálculo matemático vinculado con la ultrapegadiza canción surcoreana, cuyo clip es —claramente— el más visto de la historia. 

Y record Guinness, dicho sea de paso. Obra y gracia de la publicación británica The Economist, se trata de una cifra que intenta responder el siguiente interrogante: “¿Qué hubiera logrado la humanidad de no haber estado galopando frente a la pantalla de su computadora?”. Bajo el título “El costo oculto de ‘Gangnam Style’”, el medio explica que, por su duración de 4:12 minutos, el clip fue reproducido 140 millones de horas. O, en otras palabras, 16 mil años.

Luego, la conclusión (¿el horror?). A través de un sencillo gráfico, la nota ofrece un paralelo: que, de haber aprovechado de otra forma las horas-hombre invertidas de julio del 2012 a la fecha en el mentado video de la estrella pop, se podrían haber construido 20 edificios Empire State. O cuatro pirámides de Guiza. O seis estructuras Burj Khalifa, de Dubai. O un Wikipedia y medio. O tres portaaviones USS Gerald Ford. Por citar algunas opciones. “El costo de oportunidad de haber visto la frivolidad de Psy es enorme, pero la humanidad —al menos— ha estado entretenida”, cerró la revista. El vaso medio lleno...

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miércoles, 17 de diciembre de 2014

Morir con los cascos puestos


 

El hombre moderno es una isla. Comenzamos eliminando a los vecinos. Procuramos evitarlos cuando entran en el portal, les esquivamos en el descansillo y si es preciso aguardamos en silencio detrás de la puerta, escudriñando por la mirilla hasta que estamos seguros de que cogen el ascensor. No digamos si un día se les ocurre tocar nuestra puerta. Apagamos las luces y procuramos no hacer ruido hasta que se aburren y se van. De los parientes nos molestan por igual sus celebraciones (bodas, bautizos, comuniones y funerales) y sus desdichas. 
Vivimos cada vez más en sí mismos, cediendo una pequeña área común, un punto de encuentro solo a nuestros imprescindibles: padres, hijos y algún amigo, si es que nos ha favorecido la fortuna. Y aún a estos les ponemos cercas, recelamos de su roce, de su cháchara, de que vengan a rumiarnos la oreja con sus peripecias.
Los sociólogos achacan este aislamiento a los más variados motivos: al modelo productivo, al descrédito de las religiones y las ideologías, al fin del modelo tradicional de familia, a la tecnificación de la sociedad… Yo, que suelo rehuir de las grandes explicaciones, creo que la culpa de este repliegue sobre nuestros ombligos la tiene el walkman. Sí, como lo oyen, aquel aparato de mini-cassettes con auriculares de esponja que se colgaba a la cintura cuando el running se llamaba footing y la gente corría con bambas.
Aquel invento diabólico acabó con el hombre gregario, familiar y participativo. Al tapar los oídos y dotar por primera vez de movilidad a un aparato de música, convirtió a los paseantes en melómanos eremitas. Teníamos la excusa perfecta para ignorar al semejante. “Perdona, es que llevo el walkman a todo volumen”, decíamos incluso cuando estaba apagado. Nos dimos cuenta, de repente, que era muy fácil ser insociable porque el walkman nos disculpaba de cruzar unas palabras de cortesía con el vecino con el que nos cruzábamos en la calle o el parque. Bastaba un saludo rápido y protocolario con la mano o con la cabeza, y seguir a lo nuestro al ritmo de la música.
No crean que es una teoría mía disparatada. Cuando finalmente Sony se decidió a comercializarlo en 1979 encargó a un grupo de sicólogos un estudio de campo porque le preocupaba las consecuencias que podía tener sobre la sociabilidad de los usuarios. Dicen las malas lenguas que aquel informe fue tan demoledor que los japoneses lo enterraron en su caja fuerte más blindada. Prefirieron vender millones de walkman y condenar a la humanidad a su rápida disolución.
Hay quienes incluso apuntan a la teoría conspiratoria: una confabulación mundial para empujarnos al individualismo más feroz y desactivar futuras revoluciones. Los demás aparatos que vinieron después (mp3,smartphones, tabletas…) son solo sucedáneos que ayudaron a rematar la faena. El auténtico origen del individualismo feroz fue el chisme que inventaron Akiro Morita o Andrea Pavel, porque su invención resultó tan satánica que ni siquiera se ponen de acuerdo en la paternidad. Pase lo que pase, moriremos con los cascos puestos. (Ramón Muñoz)

domingo, 14 de diciembre de 2014

los premios darwin y los idiotas



Un blog como este no podía dejar de lado una noticia tan idiota y además el caso de los idiotas masculinos no es una cuestión sexista sino desarrollada a partir de los riesgos idiotas. 
Los hombres son más dados a los peligros y desde hace mucho gobiernan el mundo. Lo cual no quiere decir que las mujeres que gobiernan o se tiran desde puentes no sean idiotas. Pero en el caso de las mujeres que se la juegan lo más probable es que se trate de solteras solteras sin hijos.

Un estudio científico a partir de los premios Darwin, que galardonan a aquellos individuos que anulan de la manera más estúpida posible su capacidad de procrear, demuestra que el comportamiento masculino es considerablemente más idiota que el femenino, por abrumadora mayoría de casos.
El documento, con claro tinte jocoso y publicado por el 'British Medical Journal' --una de las revistas médicas más antiguas del mundo-- dentro de un especial navideño, está desarrollado a partir de casos "verificados", y describe la existencia de los llamados "riesgos idiotas" como "aquellos en los que el posible beneficio es inexistente y el resultado suele ser extremadamente negativo y, en ocasiones, letal".
De los 318 casos individuales verificados por el Comité de los Premios Darwin, 282 son hombres frente a 36 mujeres, lo que significa que los ganadores de estos galardones son masculinos en un 88,7 por ciento, por lo que el género, según los autores, "marca una diferencia altamente significativa, en términos estadísticos" en lo que a comportamientos estúpidos se refiere.
Tabla
Entre los casos estudiados se encuentra, por ejemplo, el del hombre que se subió a un un carrito de la compra que había enganchado a un tren de alta velocidad, que le arrastró durante dos kilómetros antes de despedirle hacia su muerte, o el del terrorista que murió al abrir su propia carta bomba, que previamente le había sido devuelta por falta de sellos.
Los responsables del estudio esperan postular a partir de estos resultados lo que denominan "la Teoría del Macho Idiota" (TMI) por la que ratificarían que el género masculino es definitivamente más proclive a comportamientos estúpidos que desembocarían "en su eliminación de la piscina genética".
"Es de suponer que el comportamiento idiota puede conferir cierta ventaja selectiva entre aquellos que no se convierten en sus víctimas, pero hasta que la TMI no nos dé una explicación satisfactoria, las salas de urgencias de los hospitales seguirán recibiendo las piezas de este puzzle. En ocasiones, literalmente", concluye el resumen del estudio.
(Fotografía de un artilugio idiota)

martes, 9 de diciembre de 2014

del repetirse continuamente "no sé" wislawa smyborska



...De cada problema resuelto surge un enjambre de nuevas preguntas. La inspiración, cualquier cosa que sea, nace de un perpetuo ``no lo sé''. La gente así es bastante escasa. La mayoría de los habitantes de esta tierra trabaja porque necesita conseguir los medios de subsistencia, trabaja porque no le queda de otra. No fueron ellos quienes por pasión escogieron su trabajo, son las circunstancias de la vida las que escogen por ellos. El trabajo mal querido, el trabajo que aburre, es respetado únicamente porque no resulta accesible para todos, y está situación constituye una de las más penosas desgracias humanas. No se vislumbra que los siglos venideros traigan un cambio feliz al respecto.

Así pues, tengo derecho a decir que aunque le estoy escamoteando a los poetas el monopolio de la inspiración, de cualquier manera los coloco en un grupo reducido de elegidos por la suerte. En este punto pueden surgir ciertas dudas en los oyentes, si consideran que a los diversos verdugos, dictadores, fanáticos, demagogos que luchan por el poder con ayuda de un par de consignas gritadas en tono muy alto, también les gusta su trabajo y también lo llevan a cabo celosamente. Cierto, pero ellos sí "saben''. Saben, y lo que saben una sola vez les basta para siempre. Ya no tienen curiosidad por saber más, puesto que podría debilitarse su fuerza de argumentación.

De modo que cualquier tipo de saber del que no surgen preguntas muy pronto fenece, pierde la temperatura propicia para la vida. En casos extremos, como es bien conocido en la historia antigua y contemporánea, puede resultar mortalmente amenazador para las sociedades. Por lo anterior, estimo altamente estas dos pequeñas palabras: "no sé''. Pequeñas, pero dotadas de alas para el vuelo. Nos agrandan la vida hasta una dimensión que no cabe en nosotros mismos y hasta el tamaño en el que está suspendida nuestra Tierra diminuta. Si Isaac Newton no se hubiera dicho "no sé'', las manzanas en su jardín podrían seguir cayendo como granizo, y él, en el mejor de los casos, solamente se inclinaría para recogerlas y comérselas. Si mi compatriota María Sklodowska-Curie no se hubiera dicho "no sé'', probablemente se habría quedado como maestra de química en un colegio para señoritas de buena familia y en este trabajo, por otra parte muy decente, se le hubiera ido la vida. Pero siguió repitiéndose "no sé'' y justo estas palabras la trajeron dos veces a Estocolmo, donde se otorgan los premios Nobel a personas de espíritu inquieto y en búsqueda constante. También el poeta, si es un verdadero poeta, tiene que repetirse perpetuamente "no sé''. Con cada verso intenta responder, pero en el momento en que pone el punto final, le asaltan las dudas y empieza a advertir que su respuesta es temporal y en ningún caso satisfactoria. Entonces prueba otra vez y otra vez, para que a las sucesivas muestras de su insatisfacción consigo mismo los historiadores de la literatura las sujeten con un clip enorme para denominarlas "La Obra''.

(extracto del discurso pronunciado con motivo del Nobel)
(fotografía Victor Meussen)