martes, 26 de junio de 2012

todo lo que quiso saber sobre economía y nadie se lo explicó



Enric González es uno de esos magníficos periodistas que hay en este país y al que el Señorito Juanli, no deja publicar en su medio. En lugar de escribir en The Hufftington Post, maquiavélico periodismo que utiliza a los blogueros sin pagar, escribe en el Jot Down, un lujo a su alcance. Me gusta colgar los archivos en mis páginas en lugar de linkear así que se la pido pido prestada, para entender lo sencillo que es cualquier tema, cuando al otro lado del teclado hay una cabeza que piensa. Y ahora aquí tienen el artículo:

Supongamos que acaba de conseguir usted 100.000 euros gracias a una herencia, un golpe de suerte en la lotería, un delito (eso da bastante caché si quiere fundar una dinastía de financieros) o lo que sea. Supongamos que no desea hacer lo que haría la mayoría en su situación, como pagar la hipoteca o comprar un billete de ida a Nueva Zelanda para comenzar una nueva vida, sino invertir. De terrenos y ladrillos, por el momento, no quiere ni oír hablar. Hace bien. En cuanto se pone a pensar en qué hacer con el dinero, ingresa usted en eso que se llama “los mercados”. Enhorabuena.
DEUDA PÚBLICA. Un anuncio le propone que adquiera bonos a 10 años del Tesoro español. Lo que le proponen es que le preste dinero a España. Pero usted sabe que España ya debe un montón. Ahora mismo, el 80% del Producto Interior Bruto. Es decir, que para pagar la deuda haría falta casi todo lo que producen en un año entre todos los españoles (si fuera posible trabajar sin comer ni consumir nada). ¿Se fía usted de la solvencia de España? No mucho, ¿verdad? Como cabe la posibilidad de que España no le devuelva el dinero en el plazo previsto, exige compensación por la vía de los intereses. Eso siempre es así: una inversión segurísima da poco interés; una inversión suicida da muchísimo. Alemania, que también pide dinero, le ofrece en torno al 2%. Es solvente. España le propone pagarle un interés del 7%. Hummm. La diferencia entre el 2% de la deuda alemana y el 7% de la deuda española es lo que llamamos PRIMA DE RIESGO. ¿A quién le presta usted? ¿A los alemanes, sacando poco beneficio? ¿A los españoles, sacando un buen margen pero temiendo que al final no vaya a ver ni la pasta que pone ni el margen que espera? Como es usted un valiente, decide prestar a España, pero forzando un poco: sólo soltará el dinero cuando le paguen el 7,5%. Acaba usted de elevar la prima de riesgo.
SOLVENCIA. Ay, amigo mío. Con su justificada codicia de inversor, ha complicado las cosas para usted mismo y para su país. Porque el Reino de España, ya muy endeudado, ahora no sólo tiene que devolver la deuda, sino pagar por ella un interés cada vez más alto. Aumentan las posibilidades de que España no pueda devolverle el dinero. Es decir, su inversión ha contribuido a aliviar las miserias del Reino de España, pero a la vez ha reducido su solvencia. Ingenioso, ¿no? En ese momento, las llamadas agencias de calificación, Moody’s, Standard&Poors, etcétera, rebajan la nota de solvencia. Tiene usted motivos para preocuparse. Y no sólo eso: ahora el Gobierno tendrá que subirle los impuestos para poder devolverle el préstamo. Si es usted un serio aspirante a financiero y ha obtenido los 100.000 euros por vías inconfesables, ya se las arreglará para no pagar impuestos.
BANCA. Ha oído usted que la banca española ha recibido una ayuda de 100.000 millones de euros y ahora piensa que quizá tenía que haber comprado acciones de un banco. No, no lo piense, por favor. Ya ha visto lo de BANKIA. ¿Qué ha pasado ahí? Pues que para tapar los problemas de unas cuantas cajas insolventes se las juntó para formar un gigantesco banco insolvente. Fantástica idea. El presidente del banco, Rodrigo Rato, no creó el pufo, pero se sentó sobre él y durante un año hizo como si no existiera. Habría que preguntar al ex gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, y al anterior jefe del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, por qué permitieron que se montara ese desastre.
Aunque Mariano Rajoy, el que prometió decir siempre la verdad, hable de préstamo a la banca, se trata en realidad de un RESCATE. ¿Cuál es la diferencia? Muy sencillo. Si usted tiene una deuda y puede pagarla sin problemas, no pasa nada. Si tiene la deuda y no tiene dinero pero el banco se lo presta, no pasa nada. Si para pagar la deuda tiene usted que suplicarle al borde de su cuñado que le deje dinero, ya estamos en el ámbito humillante de los rescates.
La banca española ha tenido que pedirle un pastón al cuñado alemán, y el cuñado, que no se fía, ha puesto sus condiciones: exige que sea el Reino de España el que reciba el dinero (con lo que aumenta su deuda global), lo administre y se haga responsable de devolverlo. ¿Qué quiere decir eso? Que si un banco con problemas se lleva, pongamos, 20.000 millones para solucionar sus pufos y luego no puede devolverlos, cosa que parece bastante posible, será España quien pague el pato. Volverán a subirle los impuestos. E incluso puede ocurrir que eso no baste y España ya no tenga forma de pagar. Entonces será todo el país el que necesitará un rescate (estamos muy cerquita de eso) y no parece que el cuñado alemán y el resto de cuñados europeos sean tan ricos como para poder hacerse cargo. Grecia, Portugal e Irlanda son economías pequeñas y rescatables sin excesivos problemas (salvo para sus ciudadanos). La economía española es demasiado grande. Puede ser que el Reino de España pida un rescate y los cuñados contesten que hasta ahí no llegan. Cuando eso ocurra, lamentará usted no haber emigrado a Nueva Zelanda.
EURO. Usted, avispado amigo, ya habrá notado que el dinero es sólo papel. Creemos que vale algo porque alguien que manda mucho nos dice que vale lo que vale. En la Unión Europea, quien manda es Alemania porque es el país más rico y uno de los que más ahorran, con lo que, a diferencia de España, que no ahorra un duro, dispone de dinero para las emergencias. El euro es, en realidad, el antiguo marco alemán con otro nombre y otros colorines. Un alemán se fía de su moneda porque su economía es fiable y su Gobierno es fiable. Ojo: es fiable para los alemanes. Los griegos entraron en el euro pero contrajeron muchísimas deudas que ahora no pueden pagar y han tenido que pedirle 170.000 millones al cuñado alemán, quien, como buen cuñado rico, borde y moralista, ha dicho que sí pero a cambio de que Grecia cumpla unas condiciones brutales: ni Seguridad Social, ni salarios dignos, ni nada.
¿Qué puede hacer Grecia? Puede obedecer al cuñado. O puede mandarlo a tomar viento y crear una nueva moneda (basta una imprenta para eso) y fabricar montañas de billetes. Esos billetes, se llamen dracmas u otra cosa, serán vistos en el extranjero como dinero de Monopoly, pero en Grecia valdrán. Nadie prestará dinero al Estado griego, que, sin embargo, confiará en que el Fondo Monetario Internacional se apiade y realice préstamos de emergencia porque al fin y al cabo esa es su obligación. Si eso pasa, ¿qué pensará usted? ¿No temerá que otros países, entre ellos España, acaben como Grecia? ¿No temerá que sus bonos españoles, que usted pagó con euros, se conviertan en papelitos de Monopoly? ¿No le entrará el pánico? Pues eso. Si cae un país, el pánico y el carajal serán terribles.
¿De verdad ha pillado usted 100.000 euros? Pues piense en Nueva Zelanda. En serio. 

PD. No sé ni que decir después de que suceda todo lo que sucede, así que robo sin regularización fiscal. No me importa que me mientan, lo que me molesta es enterarme.
Queridos amigos, hemos pasado del estado del bienestar al bienestar del estado (así sin mayúsculas)

miércoles, 6 de junio de 2012

las redes son la nueva religión


Alguna vez creo que he escrito aquí -tengo mala memoria, y a partir de los 40 las personas nos repetimos mucho- que tener un millón amigos en facebook no era una de mis prioridades y desde luego me parecen excesivos, incluso sabiendo que no tengo por qué conocer ni siquiera a uno de ellos.
No soy un ser excesivamente social aún cuando me muevo algo por las redes sociales. Más bien diría que soy asocial. Soy hija única y estoy acostumbrada a jugar sola. Sin embargo, con esto de los blogs he conseguido tener unos pocos amigos de esos de verdad, y algunos cientos de conocidos.
Todo el mundo empresarial está en las redes sociales, e incluso hay una nueva ¿profesión? llamada "comunity manager" que se preocupar de gestionar las redes sociales de cualquier empresa. También hay masters de esos de dos meses, que te cobran una pasta y te dicen obviedades que podrías aprender por internet.Las redes como religión. Si no crees en las redes no existes.
Parece que debemos preocuparnos mucho por nuestra reputación en la red. Yo sinceramente no me preocupo porque estoy segura que la he perdido hace tiempo con mis meteduras de pata.

Esto es lo que opina mi guru de cabecera Lucy Kellaway a la que acudo, cuando quiero poner una entrada inteligente y divertida:
No sirve de nada intentar controlar tu reputación en Internet. Es demasiado tarde. Los secretos han salido a la luz en la red y cualquiera puede decir lo que desee sobre una empresa o una persona sin miedo a que se le exijan daños y perjuicios.
Pronto la situación incluso empeorará: se lanzará una página para criticar a otras personas similar a Yelp –que permite a los consumidores decir pestes de forma anónima sobre las empresas–, así que dispondremos de un lugar en el que leer las cosas desagradables (y no tan desagradables) que la gente tiene que decir sobre otros.
¿Importa? Según exponía el editor del blog Tech Crunch la semana pasada, realmente no. Señaló que nuestra fama en Internet puede ser una bestia incontrolable, pero es inofensiva: no puede dañarnos.
Para comprobar esta teoría, he investigado sobre un hombre que ha disfrutado por lo general de una reputación bastante buena fuera de la red: Jesucristo. Pero su presencia en Internet contiene muchos elementos que pueden enojar a sus asesores de relaciones públicas. Si buscan Jesús en Google, la primera entrada es Wikipedia, que nos explica que fue una de las figuras más influyentes de la historia y que es posible que un domingo de hace 1980 años se levantase de entre los muertos.
Pero, después, la situación empeora. El siguiente portal es Jesus Dress Up!, que muestra la imagen de un conejo clavado en una cruz y te invita a vestirlo con bonitos complementos, entre ellos botas moradas y medias rosas.
En Twitter, las cosas no son mucho mejores. De hecho, Jesús parece andar entre nosotros en la actualidad bajo muchos aspectos distintos, BlackBerry en mano y escribiendo sin cesar mensajes en el portal. Jesus, JesusHChrist, Jesus_Christ, y muchas otras variantes con distintas iniciales intermedias, puntos y guiones bajos se afanan en enviar mensajes del hijo de Dios.
Incluso más alarmante es el hecho de que Domingo de Ramos fue uno de los temas más populares de la semana pasada en Twitter, pero cuando pinché en él me encontré rodeada de pornografía.
¿Qué supone todo esto para la fama de Jesús? No creo que tenga importancia. Todo esto es algo aleatorio y me sorprendería que afectase a lo que alguien sienta sobre él, ya sea en uno u otro sentido.
Lo único que nos dice la presencia de Jesús en la red es que es bastante conocido. Muchas personas están interesadas en él, aunque no tantas como, por ejemplo, en Lady Gaga, que, el mismo día, fue mencionada en un número cinco veces mayor de mensajes de Twitter.
Podría pensarse que Jesús es un mal ejemplo porque a) su reputación precedía en unos 2000 años a Internet, b) la gente cree en él con bastante más fuerza que, digamos, en ti o en mí, y c) está muerto y todo sucedió hace bastante tiempo.
Pero, incluso para aquellos de nosotros que estamos vivos y no inspiramos sentimientos tan fuertes como Jesús, creo que tampoco debemos preocuparnos mucho sobre nuestra propia presencia en Internet. Pueden encontrarse tantas indiscreciones en la red que han perdido tanto valor como la divisa de Zimbabwe.
De hecho, si los departamentos de recursos humanos tuvieran en cuenta las fotos de Facebook en las que la gente aparece borracha, no se contrataría a ningún menor de 30 años. Las opiniones negativas importan aún menos. Cualquiera que haya triunfado escalando en una empresa encontrará colgadas de forma anónima cosas horribles sobre él o ella con buscar un poco.
La primera vez que leí algo horrible sobre mí me disgusté. Pero entonces me di cuenta de que la vida parecía seguir adelante como siempre y que nadie más se había dado cuenta de lo sucedido. La siguiente vez me importó menos. Da la sensación de que los adultos (algo que posiblemente no suceda en el caso de los adolescentes) tienen una piel más dura. Y, sin embargo, parece que a la gente sigue importándole más de lo normal lo que aparece escrito en Internet.

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