sábado, 22 de octubre de 2016

el mundo está cambiando y los gobiernos no se enteran


!Es la economía estupido!, es una frase muy repetida en medios políticos mundiales. Todos sabemos que mientras nosotros hablamos de política o de políticos - que no es lo mismo- los políticos hablan de economía con las grandes empresas y corporaciones mientras nos quitan las carteras en nombre de arreglar el déficit. También porque les obliga la UE, el FMI, y cualquier organismo internacional que dirigen una panda de corruptos y afana-sillones.
Pues bien, los tiempos cambian a velocidad vertiginosa y hace tres años o quizás cuatro o puede que cinco, yo en esta página hablaba del bitcoin, una cripta-moneda que ya es de uso casi corriente.

Un hombre de paja (Satoshi Nakamoto) aficionado a los trenes de juguete que inventa una nueva divisa harto de las comisiones bancarias. Un empresario australiano (Craig Wright) celoso de su intimidad que se oculta detrás del japonés misterioso. Un sistema criptográfico de máxima seguridad que hace temblar a los bancos centrales de medio mundo. Y especulaciones, muchas especulaciones referentes a la deep web, hackers con intenciones dudosas, arribistas empujados por la codicia, emprendedores visionarios… La historia de la gestación y posterior desarrollo de las Bitcoins está repleta de leyendas y medias verdades. Desde su anuncio en 2009 con la famosa carta firmada por Nakamoto, hasta la confesión de Wright en una entrevista con varios medios (entre los que se encontraban The Economist y la BBC), las famosas monedas virtuales no han hecho más que crecer, acumulando a su paso detractores y defensores a partes iguales. Un estudio reciente, publicado por el Instituto Swift con el título Monedas virtuales: ¿Medios de intercambio o activos especulativos?, aseguraba que las divisas como Bitcoin no suponían ningún riesgo para la estabilidad monetaria internacional. El estudio, que relativiza el impacto de estas monedas en la economía mundial, contrasta con otra noticia en la que varias empresas dedicadas a las criptodivisas aseguran que cada día se abre un cajero automático en el mundo dedicado a su distribución. 

Entre titulares amarillos e historias que podrían formar parte de un capítulo de Mr. Robot, las criptomonedas han sumado a partes iguales defensores y detractores. De lo que nadie duda es de que su concepto -un medio digital de intercambio descentralizado, imposible de hackear y controlado por los propios usuarios, sin estar sujeto a los mandatos de la banca- es brillante. Uno de sus más destacados apóstoles es Alex Tapscott, fundador de Northwest Passage Ventures, empresa que impulsa la tecnología blockchain (cadena de bloques), el corazón de las criptomonedas. La compañía asegura en su página web que su misión es desarrollar “una economía inclusiva, justa, transparente, global y segura, en la que la riqueza se comparte con quienes la crean”. El propio Tapscott en uno de sus artículos para Forbes tituló “La democracia blockchain: un gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”, poniendo esta tecnología a la altura de las grandes revoluciones. Tapscott defiende que “Blockchain es una base de datos o un gran libro de contabilidad global, que funciona en millones de dispositivos y está abierto a cualquiera, en el que no sólo información, sino cualquier cosa de valor (dinero, títulos, escrituras de propiedad, documentos de identidad, incluso votos), se puede mover, vender y manejar de forma segura y privada. Y donde la fiabilidad viene establecida por la colaboración masiva y un código inteligente en lugar de por intermediarios poderosos como gobiernos y bancos”.

En libros, conferencias y artículos publicados en algunos de los medios más prestigiosos del mundo, Tapscott desarrolla su teoría de que el Blockchain puede cambiar el mundo. Tal vez sea cierto. O tal vez no. Pero el simple hecho de poner en cuestión las normas establecidas para buscar alternativas más libres ya merece la pena. (ELC)