jueves, 9 de julio de 2015

aprenda arte contemporáneo en cinco minutos



¿Qué es el arte moderno? ¿Por qué se ama o se odia? ¿Y por qué es siempre tan exageradamente caro? Will Gompertz, director de Arte de la BBC, exdirector de la Tate Gallery de Londres y uno de los mayores expertos del mundo, ha escrito una deslumbrante guía que cambiará para siempre la manera en que miramos el arte contemporáneo.
Desde los nenúfares de Monet hasta los girasoles de Van Gogh, pasando por las latas de sopa de Warhol y los tiburones en formol de Hirst, este libro nos descubre la historia que hay detrás de las obras, las personas que hay detrás de los artistas y la verdadera magia que esconde el arte moderno. Dirigido tanto a escépticos como a convencidos, ¿Qué estás mirando? resuelve todas las preguntas que siempre nos planteamos y nunca nos atrevimos a hacer.
En un sorprendente recorrido por los últimos ciento cincuenta años del arte salpicado de reveladoras anécdotas, Gompertz nos explica en qué consiste la genialidad de Pollock o Cézanne, cómo un urinario cambió el curso de la historia o por qué nuestro sobrino de cinco años realmente no lo haría igual. Original, irreverente y muy accesible, este libro rompe con mitos y prejuicios y hará que nuestra próxima visita a un museo sea menos intimidante y mucho más apasionante.
El autor: el maestro que siempre quisimos tener
"Dispongo del beneficio que da la experiencia, después de haber pasado la última década trabajando en el extraño y fascinante mundo del arte moderno. Fui director de la Tate Gallery durante siete años y, a lo largo de ese tiempo, visité los mejores museos del mundo y las colecciones menos conocidas que no aparecen en los recorridos turísticos más célebres. He estado en las casas de muchos artistas y he examinado las colecciones privadas de los ricos, he visitado talleres de conservación y he sido espectador de subastas millonarias de arte contemporáneo. Empecé sin tener ni idea y ahora sé algo."
Will Gompertz Periodista y presentador, Will Gompertz es director de Arte y Música de la BBC desde el año 2009. Antes fue director del área Tate Media de la Tate Modern de Londres durante siete años, donde fue responsable la expansión del museo a partir de proyectos on line, televisión, grandes eventos públicos y publicación de revistas, como la Tate Online, la web de arte más popular del Reino Unido. Gompertz ha escrito para The Guardian y el Times, y en la actualidad también es editor jefe del sitio culturecritic.co.uk. Trabaja en el mundo del arte desde que tenía 18 años, cuando fue empleado como tramoyista en el teatro Sadlers Wells de Londres. Fue director fundador de las editoriales Purple House y Shots, ésta última especializada en la imagen en movimiento.
Ha sido seleccionado como uno de las 50 mejores mentes creativas por la publicación Creativity Magazine, con sede en Nueva York. En la actualidad trabaja en la búsqueda de recursos accesibles y amenos para la divulgación y comprensión de la historia del arte contemporáneo.
Logró la fórmula de un método atractivo y directo cuando en 2009 presentó en el festival Fringe de Edimburgo el espectáculo titulado «Double Art History», inspirado en las técnicas del «stand-up comedy».
Con aquel monólogo el público se rió, participó y, al finalizar, Gompertz les sometió a un examen. Funcionó: el respetable pasó un buen rato y adquirió conocimientos. Con ¿Qué estás mirando? El autor mantiene su línea de investigación sobre la divulgación del arte contemporáneo, en el que huye de las estructuras académicas y recurre a la vivacidad de su experiencia en el sector para transmitir de manera espontánea y fresca los más importantes acontecimientos artísticos del siglo y medio revisado.
El argumento: arte moderno para todos los públicos
"El problema al que se enfrenta este público —el problema al que se enfrenta todo público— tiene que ver con la comprensión. No importa que se sea un marchante de arte bien establecido, un académico de renombre o un comisario de museo: todos ellos se pueden sentir algo desorientados si se enfrentan a una pintura o una escultura recién salida del estudio de un artista. Incluso sir Nicholas Serota, el internacionalmente respetado jefe del imperio de la Tate Gallery de Gran Bretaña, se encuentra de vez en cuando en ese estado de confusión. Una vez me dijo que se sentía un tanto «amedrentado» cada vez que entraba en el estudio de un artista y veía por primera vez una obra nueva."
«A veces no sé qué decir. Intimida», me decía. Se trata de una declaración bastante sincera realizada por un hombre que es una autoridad mundial en arte moderno y contemporáneo. ¿Qué margen nos deja eso a los demás? ¿Qué estás mirando? es la primera historia del arte contemporáneo para todos los públicos, un recorrido por las obras más importantes del último siglo y medio, un fiel retrato del grito que se escuchó por toda Europa: abajo lo viejo y arriba lo nuevo. El libro desgrana la cadena imparable, voraz y caníbal de la evolución de las artes plásticas desde que los pintores despertaron a la vida y se encontraron con la naturaleza y su genio para interpretarla de manera intuitiva, inmediata y espontánea.
Abajo el muro
Will Gompertz arranca en los orígenes de las turbulencias artísticas, con los impresionistas. Su relato recorre los vínculos y los cismas entre ismos, descifra las personalidades de los artistas, contextualiza el momento en el que surgen y se desarrollan, busca las claves que desvelan la singularidad de cada obra y reconstruye la historia del arte en un tono insólito hasta el momento en los análisis históricos: derribar el muro que se ha levantado entre el arte y el espectador. Este retrato «directo» abarca hasta nuestros días, siempre dirigido por una depurada técnica de divulgación artística que fija los detalles, adapta la terminología técnica al discurso más popular y combina anécdotas con hechos.
El resultado es un desenfadado e irreverente recorrido sin interrupciones retóricas, en el que el autor recrea a los artistas en su intimidad, en sus relaciones, descubre sus complicidades y sus tensiones, sus acuerdos y sus discordias. Gompertz se sale del cuadro para hacer una foto de todo lo que rodea a las grandes obras maestras creadas en los últimos 150 años para acabar con la aprensión y la turbación que proyectan sobre el espectador. Plantea los términos del diálogo entre el artista y su obra y resuelve las dudas sobre el genio impresionista, posimpresionista, fauvista, cubista, futurista, orfista, neoplasticista, bauhaus, dadaísta, surrealista, expresionista, abstracto, pop art, minimalista y posmodernista. Gompertz aleja a los artistas de las creencias míticas, de la leyenda y la divinidad para saciar la curiosidad del espectador.
Riguroso y cercano
Así son tanto el relato como la definición que el autor ha escrito sobre la reconstrucción de los hechos alrededor del arte hasta el día de hoy. Gompertz nunca se pierde de vista el objetivo de preguntarse qué es lo que se mira, cómo es lo que se ve y cómo interpretarlo. Para descifrar las claves más complejas de los movimientos más indescifrables, el autor se transforma en un guía personal, accesible y amable, que narra una historia del arte tan cercana al ser humano que resulta familiar. ¿Qué estás mirando? no pertenece al mundo de los conservadores, pero está muy bien documentado.
No sólo en lo relativo a fechas, obras y personajes, sino que descubre los detalles más humanos y los descartes de la historiografía. En este caso, Will Gompertz avanza abriéndose paso por las espesas teorías del arte para ayudar al espectador y permitirle comprender los secretos de la furtiva personalidad del genio del artista.
Cuestión cotidiana
Los grandes artistas tienen en común la necesidad de comunicarse a partir de ideas y sentimientos universales, de un modo personal y preciso. Si esto es así, ¿qué ha pasado, por qué hemos dejado de entenderles? Con una mirada limpia de prejuicios el autor se detiene en el lenguaje corporal de los personajes de las pinturas, en sus miradas y en su relación con el paisaje. Hace del arte una cuestión cotidiana, un asunto de todos. Gompertz entiende la historia del arte sin cotos privados, para que cualquiera pueda contemplar las maravillas de un jardín espectacular, vivo y estimulante. Mientras transita por las corrientes plásticas del siglo y medio más próximo a nosotros, realiza un demoledor retrato de las perversiones mercantiles y los cómplices de los que se sirve el arte para aislarse de la comunidad y convertirse en un objeto de lujo.
Esa la razón esencial por la que esta historia del arte es tan poco académica y tan vital: Gompertz acaba con la intimidación y entiende el vaivén de los artistas por sus ciudades como un gran vodevil en el que entran y salen de escena los grandes nombres, con sus problemas para hacerse comprender entre sus coetáneos y sus esfuerzos por formar parte de la eternidad.
Algunos puntos calientes...
El genio
El autor resalta el nacimiento del talento y la genialidad del artista, siempre con un estilo identificable. Habla de «su voz», describe «su tono», para esclarecer así el diálogo que ha mantenido el artista con el espectador, un diálogo enturbiado por el paso del tiempo y la suma de mensajes. Encuentra supuestos para afianzar esta relación rota.
La revolución
Si los impresionistas se hubieran dedicado a recorrer la ciudad y pintar escenas «humildes» como gente corriente almorzando en un parque, bebiendo o caminando, «habría sido como si Steven Spielberg se ofreciera a hacer vídeos de bodas». No se trataba de eso. Debían revolucionar.
El arte y la vida
Gompertz rescata la historia de los artistas incomprendidos, de la resistencia a la oposición de un sector con un gusto estético que no quería entender y que se reía de los avances de la vanguardia pictórica. Recrea la leyenda de los genios que han levantado sus mitos perturbando el gusto popular acomodado, con propuestas arriesgadas y modelos insólitos. El experimento por encima de la razón y contra lo previsible. Los artistas en los que se fija Gompertz han reescrito por completo el libro de las normas que regulan la relación entre el arte y la vida. La admiración y devoción por los descubrimientos, por el atrevimiento.
La visión del artista
Debate con Hockney sobre los efectos negativos del uso de la cámara en el arte, con motivo de su muestra en el Londres tomado por los Juegos Olímpicos, en la que expuso sus trabajos al óleo y en IPad. Señala con un dedo acusador a ese monstruo en todas sus encarnaciones: fotografía, cine y televisión. Cree, dice Gompertz, que la cámara ha hecho que la mayor parte de los artistas de hoy hayan renunciado a la representación figurativa, ya que les parece que una lente mecánica puede captar la realidad mejor que cualquier pintor o escultor. “Se equivocan. Una cámara no es capaz de ver lo que ve un hombre. Siempre se pierde algo”, dice Hockney.
La banalidad
«Hoy en día la palabra “genio” pasa de mano en mano como un porro en un festival de rock de los años setenta. Se califica de “genial” un vídeo colgado en YouTube en el que se ve a un niño mordiéndole un dedo a su hermano, al igual que al ganador de Factor X o la aplicación iPedo».
Los artistas (algunas píldoras)
Sobre Duchamp y el «readymade»: Marcel Duchamp es, sin lugar a dudas, el artista más reverenciado e influyente entre los artistas contemporáneos, desde Ai Weiwei a Damien Hirst.
Sobre el impresionismo y los impresionistas: Rompieron las reglas, se bajaron, metafóricamente hablando, los pantalones, y le enseñaron todos el trasero al establishment de la época antes de ponerse manos a la obra como instigadores de esa revolución que ahora llamamos arte moderno.
Sobre Gustav Courbet y sus intereses: A Courbet le gustaba su fama de artista brusco, duro, bebedor y pendenciero. Era el prototipo de hombre polémico, cercano al pueblo, que era consciente de que la popularidad de la que gozaba entre sus paisanos le permitía azuzar y pinchar al establishment.
Sobre Édouard Manet y «Almuerzo en la hierba»: A los académicos les trajo sin cuidado todo el tiempo que Manet había invertido en pintar su obra: a ellos les parecía una viñeta picante, no una perfecta obra de arte.
Sobre Edgar Degas y su proceso creativo: Degas nunca fue realmente un impresionista. No podía implicarse tanto como Monet y los demás en una pintura en plein air y prefería trabajar en su estudio a partir de bocetos.
Sobre los conservadores y artistas y su relación con la sociedad: Los conservadores de los museos y los artistas reconocen el papel de difusión que desempeñan los medios de comunicación a la hora de dar a conocer sus ideas a un público escéptico que no es especialista en la materia, pero ellos jamás se tomarían la más mínima molestia en hacerlo.
Sobre Van Gogh y su vínculo con El Greco: El Greco y Van Gogh compartían diversas pasiones que iban más allá del arte: ambos eran profundamente religiosos y despreciaban el materialismo del mundo en que les había tocado vivir.
Sobre el gusto de Gauguin: Era un varón blanco, occidental, de clase media y de mediana edad que tenía una visión romántica de los habitantes de los archipiélagos del Sur, así como un gusto irrefrenable por los voluptuosos cuerpos de las jóvenes tahitianas. […] Se rebeló contra el impresionismo y devolvió el arte al terreno de la imaginación, por lo que generaciones de artistas tendrían que estarle agradecidas.
Sobre Matisse y la conexión con el espectador: Su habilidad para hacer que cualquier marca sencilla en el lienzo establezca una conexión inmediata y profunda con el espectador eleva a Matisse de la categoría de gran pintor a la de artista genial.
Sobre Matisse y Picasso: Del cuadro de Matisse emana un torrente de emoción espontánea, el de Picasso es una respuesta meditada: Matisse es free-jazz, Picasso un concierto clásico.
Sobre Picasso y su encuentro con el arte primitivo: Hay muchos momentos «fundacionales» en la historia del arte, donde supuestamente el curso de la pintura y de la escultura cambia dramáticamente de un modo irreversible. Es lo que sucedió entonces. El encuentro de Picasso con la máscara provocó uno de los cambios más profundos de toda la historia del arte.
Sobre el cubismo y sus intenciones: El término cubismo no vale para reflejar la naturaleza de las obras pioneras que Braque y Picasso elaboraron. El término es un error: no hay cubos, casi lo contrario. El cubismo consiste en el reconocimiento de la naturaleza bidimensional del lienzo y categóricamente NO en el intento de recrear una tridimensionalidad, como la de un cubo, por ejemplo.
Sobre Pollock y su técnica: Pensaba que la pintura de caballete estaba muerta y que la solución pasaba por pintar directamente en las paredes, como hacía Diego Rivera. Consideraba su método de pintar, con la tela fijada a la pared o extendida en el suelo, como el paso anterior a un porvenir lleno de pintura mural.
Sobre el olfato comercial de Takashi Murakami: Murakami es el rey del kitsch. Es un artista-empresario de los pies a la cabeza: aprovecha las oportunidades comerciales y maneja su imperio mundial como un exitoso licenciado de una escuela de negocios.
Sobre la trayectoria de Jeff Koons: Es un artista que trabajó como bróker para financiar los primeros pasos de su carrera, se casó con una estrella del cine porno y abrió un estudio parecido a la Factory de Warhol en el que legiones de asistentes esculpen y pintan siguiendo sus indicaciones mientras él supervisa las obras.
Sobre Duchamp y el graffitti: Creo que si Marcel Duchamp estuviera vivo hoy en día, haría street art. Sería alabado dondequiera que fuese. Buena parte del arte que se produce en nuestro tiempo tiene esa actitud iconoclasta que emanaba del francés.
Sobre La Libertad guiando al pueblo, de Delacroix: Los severos académicos admitieron la obra, ajenos, o eso parece, a la subversiva representación de la Libertad pintada por Delacroix, quien, en lugar de pintar su cuerpo con líneas claras y clasicistas, le añade una mata de pelo en la axila; un toque de verismo que quizá podría haber hecho que tuvieran que usar sales para reanimar a los académicos.
Sobre Las señoritas de Aviñón, de Picasso: No se experimenta la ilusión tradicional de que las imágenes retroceden hacia el fondo; en lugar de eso las mujeres salen agresivamente del lienzo como en una película de prostitutas que hacen proposiciones, alineadas allí delante para que usted, el cliente, las elija.
Sobre Montaña de Sainte-Victoire, de Cézanne: Cézanne comenzó reduciendo la tierra, los edificios, los árboles, las montañas e incluso a la gente a una sucesión de formas geométricas. Un campo se convierte en un rectángulo verde, una casa aparece pintada como un cubo marrón y una roca puede adoptar la forma de un balón.
Sobre Composición VII, de Kandinsky: Kandinsky frustra la inclinación natural a tratar de decodificar la imagen mediante su rotunda negativa a que surja la más mínima posibilidad de identificación en el cuadro con motivo u objeto alguno. Ello convierte el cuadro en algo excitante y abrumador cuando se emprende su estudio.
Sobre Composición C (n.º III), de Piet Mondrian: Las líneas verticales y horizontales expresan las tensiones que surgen entre los polos y alma, masculino y femenino, bueno y malo, claro y oscuro, discordancia o armonía, yin y yang. Donde los ejes X e Y se cruzan o se unen, es el momento en que se establece la relación entre ambos polos y se forma el cuadrado o el rectángulo.
Sobre El carnaval de arlequín, de Joan Miró: Es obra de un hombre que estaba pensando de forma diferente. O que quizá no estuviera pensando en absoluto. Breton describía el surrealismo como «automatismo psíquico en estado puro».
Sobre El sueño, de Frida Kahlo: En la pintura, la tradición mexicana de hacer volar en pedazos el muñeco de Judas es la metáfora de librar al país de la corrupción. Es, además, un cuadro sobre la traición.
Sobre Ocre (Ocre, rojo sobre rojo), de Mark Rothko: Intentaba crear obras que transmitieran una sensación de «intimidad y humanidad» a quien se pusiera delante de ellas. Entendía que los espectadores eran los «compañeros» de sus pinturas: el ingrediente necesario para que pudieran operar sobre algo.
Sobre Díptico de Marilyn, de Andy Warhol: Es la quintaesencia de la ilusión de la fama, tal y como la fabrican los magnates del cine y los editores de las revistas de papel couché. Es un mundo aparte, donde coexisten la belleza perfecta y la felicidad desenfadada. En un contraste rotundo, la parte derecha de la obra está impresa en blanco y negro.
Sobre Just What Is It That Makes Today’s Homes So Different, So Appealing?, de Richard Hamilton: Hamilton toca a la puerta de una sociedad optimista que contempla un futuro tecnológico en el que todo el mundo, al menos en Occidente, iba a poder llevar una vida de abundancia, consumiendo productos rabiosamente modernos, e iba a disponer del ocio suficiente para disfrutarlos. La vida estaba cambiando: del trabajo duro al alegre entretenimiento.
Sobre Todos con los que me he acostado, 1963-1995, de Tracey Emin: Olvidémonos de la máquina publicitaria, del «rollo mírame» y, por el contrario, fijémonos en su capacidad para conectar con tanta gente y en la forma tan directa con que se comunica. Puede que no tenga la capacidad de deletrear, pero posee la comprensión profunda de la claridad propia de una poeta.
Sobre Dos huevos fritos y un kebab, de Sarah Lucas: Cabe entender las esculturas de Lucas como chistes breves e infantiles o como reflexiones profundas acerca del modo en que la sociedad representa a las mujeres y el sexo. En cualquier caso, estas obras son muy representativas de su época.
Sobre La imposibilidad física de la muerte en la mente de un ser vivo, de Damien Hirst: Era una idea mucho más ambiciosa y estaba materializada con arrogante aplomo y un ojo implacable para el arte y la sarcásticamente a toda plana y en primera página: «¡Cincuenta mil libras por un pescado sin patatas!».

(Obra de Karin Sander)