El amor brilla poco en la naturaleza: sus exponentes más destacados entre los mamíferos son el ser humano y el topillo de la pradera (Microtus ochrogaster). Estos roedores son fieles hasta la muerte, colaboran en el cuidado de la prole y conviven con sus suegros, pese a que sus primos de la montaña (Microtus montanus) son infieles y desatentos en extremo. La diferencia clave entre las dos especies de topillos reside en sólo dos genes. Y las variantes humanas en esos mismos genes reducen a la mitad los casamientos en los hombres, y la satisfacción conyugal en sus parejas.
Los dos genes están relacionados con la oxitocina y la vasopresina, dos hormonas que afectan al circuito del placer (o de la recompensa) cerebral. Estas hormonas actúan a través de unos receptores situados en las neuronas de esos circuitos. Los dos genes clave fabrican el receptor de la oxitocina y el receptor de la vasopresina.
Cuando una topilla de la pradera recibe una dosis cerebral de oxitocina, se siente vinculada de inmediato al macho que esté más cerca en ese momento, y de forma perdurable. En humanos se ha hecho una prueba similar, pero con dinero. Un equipo de economistas y psicólogos suizos demostró que una simple inhalación de un aerosol de oxitocina hace que la gente confíe más en los extraños y, por ejemplo, les preste mucho más dinero en una situación ficticia (pero con dinero real puesto por el voluntario).
Ambos genes evolucionan muy deprisa y producen variantes (alelos) de mayor o menor actividad, con efectos similares a aumentar o disminuir la cantidad de las hormonas.
(Publicado por El País)
(Obra de Chim Pom's "Super Rat" (2006)
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