miércoles, 30 de diciembre de 2009

libros para leer de oído

Según Lucy Kellaway, una de mis gurus personales y columnista de FT, el mundo empresarial no anda sobrado de talentos. Crítica con todo aquél organismo y jefe que se le pone a tecla, no deja de dar en la diana y hacer sonreir a todo el que se desayuna con sus acerados y acertados comentarios.
Hoy se despacha con los libros empresariales malos, que según ella son casi todos.
¿Es que no han tenido los banqueros ya bastantes ideas malas sobre los negocios como para animarles con más?
Dice Lucy: Cada año, se publican miles de libros empresariales –la mayoría de los cuales se apilan a mi alrededor, en cajones, mesas, suelo y armarios–. Casi todos son malos, y en algunos casos pésimos. La culpa de ello es tanto del contenido como del estilo. El contenido, por lo general, es poco prometedor –los grandes aspectos macroeconómicos tienden a ser obvios y los microeconómicos aburridos–. También lo es el estilo. Los autores que saben escribir bien suelen sentir más atracción por temas como el amor y la muerte que por los flujos de liquidez y los coeficientes beta.

Muchos de los libros empresariales que me rodean llevan su mala calidad escrita en la cubierta. La semana pasada llegó a la oficina un libro titulado: Declara la guerra a los costes de la complejidad -remodela tu estructura de costes, libera los flujos de liquidez y mejora la productividad atacando la complejidad de los procesos, los productos y la organización-. Este título me dejó tan agotada que ni siquiera pude abrir la cubierta para ver el interior. Si lo autores quieren declararle la guerra a la complejidad, el título habría sido un buen punto de partida.

Algunos libros no sólo son malos, sino también peligrosos. Feliz en el trabajo, feliz en casa, de Caitlin Friedman y Kimberly Yorio, muestra en su portada a una mujer joven y delgada vistiendo una chaqueta de punto rosa y sosteniendo un bebé que ríe. Con su mano libre está escribiendo en su portátil. Esto es una absoluta irresponsabilidad. Trabajar cuando estás al cargo de un niño no resulta agradable a menos que el niño esté dormido o absorto en su PlayStation 3.

Si ésto no es humor británico del bueno que venga un columnista de un medio tan serio como es el Financial Times y lo mejore. Creo que todos esos libros son innecesarios e inocuos, no enseñan nada,-ya se ha visto en las empresas, que están cayendo como lluvía- además de que engordan y ocupan el tiempo libre que deberían utilizar los hombres de negocios para leer cosas cómo "Madame Bovary" o "Cumbres borrascosas" para así entender la vida y a las mujeres.

Siempre he creído que hay muchos que tocan de oído.

(Obra de JoannaVasconcelos)

3 comentarios:

Blue dijo...

Muy buena esta Lucy, muy "Lúcyda"...

Las librerías están llenas de libros malos que se podrían forrar de ganchillo,como este piano. Así por lo menos decorarían. Sobre todo los de economía, que ya hemos visto para que sirven.

Esas frases que destacaste en rojo deberían tener lucecitas o algo así centelleante.

Besos, Marcela.

(Al ver ese piano me acordé de mi abuela. Era capaz de eso....y más, ja, ja)

marcela dijo...

Sí yo también tenía una abuela de esas que forraba de ganchillo lo que
pillaba. Quisó hacer una funda para el perro...!con eso te digo todo!.
Si hubiera sabido que tenía porvenir como artista, la hubiera valorado más en su faceta crochet.
Era mágica, mi abuela.Casi todas lo so.
Besos blue. Me ha gustado tu envío. Feliz cotillón.

Blue dijo...

Feliz 2010.

Que sigas tan lúcida, para alegría de los blogueros que te seguimos.