martes, 23 de febrero de 2010

uno de los nuestros, un guión implacable


Escenas que parecen de alguno de los restaurantes de nuestro país.En la película "Uno de los nuestros" de Martín Scorsese, el protagonista entra con su nueva chica en un restaurante de moda. Eso es poder, pero a gran escala y con mayúsculas. No hay sitio. Está abarrotado. Sin embargo, un camarero le lleva a través del pasillo, rápidamente. En su camino por pasillos, por escaleras e incluso por la cocina, Henry va saludando a todo el mundo y les va dando billetes de veinte dólares.
Cuando entran en la zona destinada al restaurante, el encargado se acerca a saludarlos de inmediato, con buenos modales y un toque de peloteo. “¿Tienes una mesa?”, pregunta Hill. “Sí, desde luego”, dice el tipo, y hace una seña a alguien que está fuera de plano y le pide una mesa, y ese alguien es un camarero que tarda apenas un segundo en aparecer, llevando en alto mesa y mantel. Esa rapidez no es un fallo, sino la diligencia que muestran otros cuando el poder se materializa. En menos de un parpadeo, la mesa está montada con su lámpara, las sillas y la corte de siervos alrededor.
“El Señor Tony”, de la mesa vecina, les envía una botella de regalo.
Henry reparte unos pavos. Karen no da crédito. Aún no lo conoce bien.
“¿A qué te dedicas?”, pregunta.
Hill dice: “A la construcción”.
Pero el público sabe que es un gángster.
Implacable e impecable.

4 comentarios:

David dijo...

Bueno, así funcionarían muchos empresarios de la construcción en la época del pelotazo, ¿no? (ja,ja).
Es así de patético todo.
Aunque todo sería más cutre que en la peli de Scorsese, desde luego (hace que no la he vuelto a ver... buuuuffff)
Un saludo.

Cecilia Nari dijo...

En Romanzo Criminale, otra de gánsters a la italiana, Freddo uno de los miembros de la banda, intentando parecer un chico honrado a los ojos de Roberta, también declara ser constructor. Al final: todos muertos.

Blue dijo...

Es perfectamente compatible ser constructor y gánster. A veces parece que fuera un requisito imprescindible...

Besos.
(Tengo que volver a ver esa película :)

El intimista secreto dijo...

Un conocido político de la región donde vivo ahora fue elegido para un elevado cargo hace años. Era, para no andarse por las ramas, tonto de los muy tontos. Pero pronto aprendió a aprovechar las prebendas del cargo. Las comidas las realizaba por rutina en restaurantes de lujo, y cuando el maître le preguntaba que deseaba pedir, el político-tonto-del culo respondía con desenfado, no exento de modestia: “Ponga marisco, mismamente”. Como aquel que dice: “Póngame una ensalada”. Todo a por cuenta del contribuyente, faltaría más, son comidas de trabajo…
Ser “uno de los nuestros” tiene su filosofía. Por aquella época en que ese espejo de ciudadanía tomaba “marisco, mismamente”, otro célebre político acuñó el código de conducta, hoy diríamos hoja de ruta, para desenvolverse en el cargo: “A los amigos, el culo; a los enemigos, que les den por culo; y a la gente corriente, aplíquese la legislación vigente”.