Para situar rápidamente este hermoso y lúcido libro de Gary Snyder, me remito a la idea de Claude Lévi-Strauss, citada por el propio poeta, de que las artes son el territorio salvaje que sobrevive en la imaginación. Snyder es integrado siempre, y no sin razón, con los poetas, novelistas y personajes de la generación «beat». Nació en San Francisco en 1930, y creció en una «pequeña granja en el Noroeste del Pacífico norteamericano, en la Isla de la Tortuga». Estudió antropología y lenguas asiáticas, y en 1962 residió en la India. Además de un estudioso del budismo y de la Naturaleza, fue de joven montañero y trabajador forestal. Ha sido y es un gran defensor de la Naturaleza salvaje y para ello, además de escribir notables ensayos, ha desempeñado tareas prácticas en las montañas y bosques del Oeste americano, pero también en Japón, Taiwán y Nepal.
Toda su reflexión y actividad está asistida por «una suerte de budismo arcaico, que no ha perdido su vínculo con las raíces animistas y chamánicas». Sí, es un ecologista, pero es algo más. Está lejos de creer que el mundo vegetal y animal es un instrumento, y profesa la creencia y el conocimiento de que formamos parte de un universo animal y vegetal que debemos cuidar, amar y respetar si queremos tener una vida digna y perdurable.
En «La práctica de lo salvaje» no sólo encontraremos datos y
reflexiones que vale la pena tener en cuenta y pensar, sino una
admirable actitud ante la vida, y, como escritor, pasajes memorables en
los que vemos, literalmente, un mundo natural lleno de fuerza, y
asistimos a enseñanzas exigentes y al tiempo razonables sobre un buen vivir, que siempre ha de suponer nuestra inserción en el conjunto de lo vivo.
Para
Snyder lo salvaje forma parte de la libertad, y esta se apoya en la
aceptación de las condiciones que le son inherentes: una realidad
transitoria, abierta, imperfecta y no pocas veces dolorosa. La libertad existe porque no hay un universo preestablecido. Lo
propio de lo salvaje, por otro lado, como proceso de lo natural,
también es una ordenación de lo transitorio. Para Snyder, como para
algunos místicos y científicos modernos, todo es natural, incluidas
nuestras ciudades, aunque para el poeta norteamericano Madrid y Nueva
York serían naturales sin ser salvajes (bueno, hay días en que uno
afirmaría lo contrario…)Un
sistema salvaje lo es cuando un ecosistema funciona plenamente y, por
lo tanto, todo lo que lo constituye está presente en su red de
actividad. De ahí venimos.
Por otro lado, en nosotros habita también esa
realidad: «Las profundidades de la mente, el inconsciente,
son nuestras áreas salvajes interiores, y es ahí donde ahora hay un
lince», afirma Snyder. No se trata de un lince individual, sino del que
va «de sueño en sueño». «El cuerpo se encuentra en la mente. Ambos son
salvajes.
3 comentarios:
Pues fijate que no sabia que yo tenia buena madera de místico... :)
Besos y salud
Me lo apunto, Marcela, lo pintas de lo más atrayente.
Un beso.
Ambos son salvajes, pero a veces uno domina al otro. Se pelean.
Besos, Marcela.
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