miércoles, 9 de abril de 2014

excéntricos y raros: seres que hacen el mundo más vivible.




"La cantidad de excentricidad en una sociedad ha sido generalmente proporcional a la cantidad de genio, vigor mental y valentía moral que contenía. Que tan pocos se atrevan a ser excéntricos marca el principal peligro de la época”. 

Esto escribió John Stuart Mill en 1859, tres años después de la muerte del célebre naturalista y geólogo británico William Buckland, quien dedicó gran parte de su vida al noble arte de tratar de comerse, al menos una vez, todas las especies del reino animal. A su experiencia debemos que ni la más alta cocina haya intentado jamás experimentar con topos o moscas azules. “Tienen un sabor abominable”, concluyó. Y ahí empezó la nueva cocina.
Veinte años antes, Londres vivía escandalizado con las andanzas del terrateniente John Mytton, célebre por llegar a las cenas a lomos de su oso, o por una noche intentar detener un ataque de hipo prendiendo fuego a su camisa. Oscar Wilde sacaba a su langosta de paseo, Graham Bell enseñó a su perro a andar sobre dos patas y Newton se clavó una aguja en el párpado con el fin de demostrar que la percepción del color viene determinada por la presión. Tenemos que tener en cuenta que un excéntrico es alguien que vive fuera de su centro, por lo cual tampoco sería narcisista ni político. Dos de los seres que arrasan el mundo y lo destruyen

Ya en el siglo XX fuimos testigos de las andanzas de un tal Albert Einstein, quien solo rellenaba su pipa con tabaco sacado de colillas que recogía por el suelo. O de Salvador Dalí, capaz de plantarse para dar una conferencia en Londres vestido con una escafandra y acompañado por un par de lobos esteparios. Y de ponerse una tortilla francesa en el bolsillo de su americana a modo de pañuelo.
Pero, poco a poco, la llama de la excentricidad como fuerza motriz de la creatividad de una época se fue apagando y, si acaso, volviendo a sus orígenes aristocráticos. 

En 1995, con el fin de discernir hacia cuál de los dos extremos los excéntricos se decantan, el psiquiatra escocés Davie Weeks publicó un libro que era el resultado de una década estudiando gente peculiar, en su mayor parte anónima, porque, como insisten en el Eccentric Club, “el verdadero excéntrico jamás necesita audiencia y mucho menos que lo que cree tenga un valor práctico. La asociación entre creatividad y practicidad no tiene nada que ver con nosotros”

Bien, pues tras estudiar a más de mil raros, entre ellos unos tipos que hipnotizaban sapos en Californa y un indio que solo andaba hacia atrás, Weeks concluyó que sus objetos de estudio visitaban el médico 20 veces menos que el común de los mortales y que, de todos los casos estudiados, solo 30 de ellos habían tenido en alguna ocasión problemas con las drogas o el alcohol. 

Uno de los motivos por los que los excéntricos con tendencia a la creatividad, sea esta útil o meramente recreacional, no necesitan intoxicarse para llegar a otros mundos podría hallarse en cierta predisposición genética. Un estudio reciente de la doctora Shelley Carson, publicado a finales de 2013 en la revista Scientific American y titulado La mente desatada: Por qué la gente creativa es excéntrica, sostiene que, “los individuos que son creativos tienen pensamientos extraños, se comportan de forma peculiar. Tanto la creatividad como la excentricidad pueden ser el resultado de ciertas variaciones genéticas que incrementan la desinhibición cognitiva. El cerebro es capaz de filtrar cierta información que para el resto sería extraña. Para el que es creativo no hay nada raro en ella, no se siente sobrepasado por lo peculiar, lo que le lleva a experimentar visiones y sensaciones mucho más profundas”. 

Al excéntrico habitualmente se le trata mal o se le ridiculiza, especialmente en un país como el nuestro, donde lo mayoritario ha sido la corrección y la discreción.


6 comentarios:

Genín dijo...

Tengo que pensarlo, me parece que algo excéntrico si soy:(
Pues para que no le pusiera la chaqueta perdida tuvo que dejar en papel secante un montón de tiempo la tortilla francesa, y aun así, no se yo... :)
Besos y salud

Blue dijo...

Pues si los excéntricos son más sanos hay que deducir que nos pone enfermos la corrección, actuar conforme a las normas o a las expectativas que creemos que los demás tienen de nosotros. La verdad es que es para pensar.

Me encanta lo del tipo que anda para atrás, jaja.

Besos, Marcela.

Frankie dijo...

Has citado en el texto algunos casos notables de excentricidad, conocidos sobre todo por pertenecer a gente que se hizo famosa más tarde.
Pero seguro que existirán un montón de seres originales por descubrir, que viven su vida caminando por aceras diferentes a las nuestras y a los cuales deseo de todo corazón que jamás encuentren ninguna barrera que les coarte.

Y si la encuentran quue les importe un pimiento. En el fondo, todos somos (o fuimos) unos excéntricos a los que reprimieron.

Besos fuera del círculo, Marceli.

La mano negra dijo...

Me pregunto si puede existir la excentricidad colectiva. La del pueblo andaluz, que aun bajo la fría luz del siglo XXI, todas las primaveras, siguen buscando escaleras, para subir a la cruz. En Sevilla en esta semana, lo correcto y lo discreto es llevado a tal extremo, que se vuelve esperpéntico.

Pilar Mandl dijo...

Maravillosos y necesarios excéntricos!!
He dsfruado mucho leyéndolo... Y la fotgrafía que acompaña, perfecta, como siempre.

Errata y errata dijo...

Me gustaría ser excéntrica. Pero soy más ex que céntrica. Me pregunto si ser una madre que lleva a sus hijos a sitios prohibidos es de excéntricas o de irresponsables. Y si juntar los pelos del baño con cinta adhesiva gruesa me convierte en una mujer peculiar o en una vaga. ¿Son vagos los excéntricos? Última reflexión a consecuencia de tu entrada. ¿Por qué será que muchos ex-céntricos son hiper-bordes? Por eso no paso por aquí últimamente, Idiota. Me haces pensar demasiado en cosas excéntricas. Inútiles. Y eso viene a ser un elogio, por si acaso. Besos, querida Lola.