miércoles, 24 de abril de 2013

el camino al éxito está plagado de mentiras



Lucy Callaway relata:

La semana pasada, escuché en la radio a la psicóloga australiana Dorothy Rowe hablar de su nuevo libro, Por qué mentimos. Incluso las mentiras más insignificantes, decía, responden a un temor de dañar la idea que tenemos de nosotros como personas. Sin duda, el engaño responde a una mezcla de pragmatismo y temor. En mi opinión, la mentira puede ser bastante útil.
En el último número de la Harvard Business Review aparece un artículo según el cual, las personas más influyentes mienten mejor. Los investigadores de la Escuela de Negocios Columbia Business School pidieron a los jefes y a algunos empleados que robaran un billete de cien dólares y convencieran a alguien de que no lo habían cogido, una estrategia que los superiores utilizaron mucho mejor que sus subordinados.
A principios de mes se publicó otro estudio de los psicólogos de la Universidad de Toronto, según el cual, los niños que empiezan a mentir a los dos años tienen más posibilidades de tener éxito cuando crezcan. La mentira entraña un proceso según el cual se puede mantener la verdad en el subconsciente mientras verbalizamos otra idea de forma simultánea.
Según estos estudios, los más inteligentes llegan a lo más alto basándose en el engaño y, una vez que alcanzan el poder, se ven obligados a mentir aún más. El mundo está dirigido por estafadores como Kenneth Lay, fundador de Enron y otros directivos. En España la mentira es parte consustancial del negocio.
 
No creo que la realidad sea tan cruda. Por un lado está la mentira llevada al límite, algo nefasto, pero también tenemos las mentiras piadosas, mucho menos dañinas. Para avalar esta teoría, es fundamental pasar una jornada en la oficina, donde la falta de sinceridad alcanza un alto nivel de sofisticación. La gente que más prospera, como nuestro ex primer ministro, ha superado la fase avanzada y sabe hasta qué punto puede contar versiones distintas a diferentes personas y mantener –esperemos– una pizca de sinceridad.
 
Todo consiste en saber qué mentiras perjudican y cuáles son útiles; en entender que la verdad es un concepto flexible y en saber darle la forma adecuada en cada momento. Las personas más estúpidas, groseras y los más jóvenes no utilizan estas técnicas.
 
A veces nos encontramos con adultos que tampoco han hecho grandes progresos. La semana pasada me crucé con un conocido al que había invitado a la presentación de mi libro, a la que no asistió. "Te eché en falta", le dije. "Me invitan a muchas fiestas y pensé que podía prescindir de la tuya", me espetó. Las personas que hablan con esa sinceridad tienen los días contados en una empresa. Las oficinas están hechas de mentiras. A diario tenemos que fingir que nos gusta la gente con la que trabajamos, que estamos satisfechos con nuestros empleos, que estamos convencidos de que nuestra empresa es mejor que la competencia. Cuando el jefe, nervioso, llega y me pregunta qué tal voy con mi columna, le respondo: "Ya casi está. La tendrás a las seis". Lo primero es mentira, he estado perdiendo el tiempo y acabo de empezarla. En la hora no puedo engañarle. Estoy orgullosa de mis mentiras, de mi capacidad de adaptar mi comportamiento a las circunstancias y espero que mis hijos aprendan la lección. 

Hace poco le pregunté a mi hija de 17 años cuántas mentiras había soltado ese día. "Ninguna", respondió. Me preocupó que incluso la respuesta fuera mentira, aunque más me inquietó que no supiera mentir. Me tranquilizó darme cuenta de que eran las 8 de la mañana; a esas horas, todavía no había tenido tiempo de pronunciar una sola palabra. (Lucy Kelloway)

(Lucy Kellaway es mi guru, escribe en el Financial Times, se mete con los directivos de las grandes empresas que se anuncian en el periódico, aborrece los mails, no se le ocurre asistir a la presentación de un power-point - que por cierto se ha organizado un club anti -powerpoint- y tiene una ironía británica que se atreve con todo. Lo cierto es que lleva veinte años escribiendo contra los grandes y todavía no le han despedido. Entre bromas inteligentes y críticas propias, demuestra cómo el camino al éxito está plagado de mentiras.

En España, la mentira es parte consustancial del negocio. Los grandes directivos mienten a los auditores, a los socios, a los accionistas, a sus empleados y a sus esposas. El caso más flagrante lo tenemos en la cúpula de Estado. Que además los que la ocupan creen que son verdad, de tanto repetirlas.

Y es que desgraciadamente las mentiras se las lleva el viento.

10 comentarios:

Blue dijo...

Ni mentirosos ni de aquellos que van "con la verdad por delante", jaja, ¿verdad?
El problema es que a veces sería muy necesario mentir a la cara, pero eso cuesta aprenderlo.
Las cosas que cuentas de Lucy me encantan, jaja.

Besos, Marcela.

marcela dijo...

Blue gracias, es un tipa que en éste país seguramente trabajaría de cajera en un super. Dice cosas ya demás les pone nombre y apellidos.
No entiendo muy bien por qué nos comportamos cómo esclvos de las formas.Una cosa es agradir a quién no te ha hecho nada y otra al que perjudica.
Un beso.

Genín dijo...

Pues hay pocas cosas que yo aprecie mas que me digan la verdad, aborrezco la mentira, a los mentirosos por Internet jamás los llegas a conocer a menos que metan la pata, leer a gente que miente es una brutal perdida de tiempo y nunca los conoces... :)
Besos y salud

marcela dijo...

Genin, yo también aprecio la verdad, y los mentirosos son personas que no me gustan tenerlas cerca, ni siquiera virtualmente. Una de las cosas que agradezco a mis visitantes es que ya los conozco. Son muchos años.
Besos y salud.

India dijo...

El camino hacia ningún lado también está lleno de mentiras...
Achuchones

Daniel F. dijo...

No se las lleva el viento, se quedan y pudren el espíritu... la cobardía las tapa..

Frankie dijo...

Se sabe que mienten hasta los chimpancés, luego parece que nos viene de familia. En fin, las mentiras lo mueven casi todo, pero lo más importante son las motivaciones que hay tras todas esas trolas. Eso es lo que debemos averiguar siempre, por supuesto, después de merendar.

Besos (todo lo que pongo ultimamente me rima, sorry)

marcela dijo...

A veces el camino a ningún lado acaba en un precipicio. Hay que mirar si las mentiras nos llevan a él.
Besos.

marcela dijo...

Temujin, no se las lleva el viento tienes razón, se quedan para ser una carga que pesa mucho. Gracias por el libro. Te lo agradezco.
Un abrazo

marcela dijo...

Frankie, riman porque tú mismo eres el verso. Si la mentira es una de las partes consustanciales al ser animal.
Los humanos no mienten.
Un beso.