Escribía Claudio Magris, en un artículo publicado en 1995, que Apocalipsis en Griego significa revelación, descubrir y poner de manifiesto las cosas escondidas; para nosotros la palabra evoca en cambio imágenes catastróficas de destrucción y ruina, de fin del mundo. Muy lejos del sentido catastrófico con el que habitualmente se emplea, el apocalipsis al que Magris alude en la primer parte de la cita, el de la revelación, es el que este sábado desembarcó oficialmente en nuestro país, aunque ya llevaba meses, diría años, entre nosotros.
El rescate de los bancos como preludio
El primer fogonazo realmente serio de esta luz reveladora ha sido el reciente rescate bancario. Durante días, la opinión pública ha contenido el aliento mientras contemplaba estupefacta los atolondrados esfuerzos de nuestra clase política por transformar el rescate del sector bancario en una intervención, en apariencia, benigna que, se supone, habrá de evitar males mayores. Todo un éxito que vender a los votantes más ilusos si no fuera porque la recapitalización del sistema financiero con dinero prestado es una imposición que viene de fuera. Y ello, obviamente, no puede ser motivo de orgullo sino más bien de vergüenza, máxime cuando el origen del problema está, primero, en la corrupción y la desidia y, después, en la desvergüenza de fusionar cajas de ahorro quebradas siguiendo criterios exclusivamente políticos. Lo cual ha dado lugar a entidades sistémicas que Europa no podía dejar al albur del destino y, menos aún, sin pagar sus cuantiosas deudas.
100.000 millones de euros puede costarnos la broma.
Para que luego los acólitos y patriotas de opereta endosen a Alemania en exclusiva el papel de villana. Cosas de tener el rostro más duro que el granito. Eso sí, buenas noticias para la Casta. En las cajas quedan ocultos y a salvo del escrutinio público los inconfesables secretos de años de trapacerías de partidos políticos, empresarios y sindicatos: la flor y nata de esta España política que no llega ni al esperpento.
En resumen, lo que el apocalipsis delata, además de una lista casi infinita de despropósitos y afrentas y, sobre todo, una corrupción galopante, es que nuestro modelo político ha pulverizado todos los récord de ineficiencia. Lo cual debería forzar el inicio, no ya de una nueva Transición, sino de un cambio apoteósico de este Estado que linda peligrosamente la definición de fallido.
Una transformación que sólo será posible cuando cada uno de los ciudadanos, libre por fin de ataduras, asuma el peso de su propia existencia, cuando los medios de información y sus periodistas dejen de repetir las consignas que emanan de este sistema corrupto y cuando los actuales políticos entiendan que, tras este desastre sin paliativos, y después de hacernos soportar tanta vergüenza y miseria, su tiempo ha concluido. Entretanto, habrá que aguantar y estar atentos a las nuevas revelaciones que, a buen seguro, nos va a regalar el futuro inmediato. Después de todo, el apocalipsis puede terminar siendo nuestro mejor aliado. Así de inquietantes están las cosas.
( Javier Benegas)
(El video es una alegoría sobre el crecimiento de la crisis y de la deuda, con el príncipe (Rajoy) que se convierte en rana. Es una apreciación conceptual sobre el tema que copio y pego arriba.
Si necesitáis más claves, pensad por vosotros mismos. Nunca estará escrito en un medio de comunicación. (la idiota)La fotografía la saqué ayer por la noche en mi barrio. Es la llamada "una habitación con vistas"
2 comentarios:
¿Puede quedar alguna duda de que los políticos trabajan para la banca y que nosotros, el pueblo, les importamos una mierda?
Besos y salud
Esa cosa negra me recordó al chapapote, como un pegamento oscuro que no nos podemos quitar de encima.
Esto no tiene remedio a menos que la rana se convierta en príncipe, y ya parece que no.
Besos, Marcela.
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