El principe Carlos que parece tiene un carácter un tanto difícil, suele achacarlo a la educación recibida de sus padres, que a su vez lo recibieron de los suyos, consistente básicamente en ocultar los sentimientos hasta casi lograr su anulación. Es propio de la clase alta vivir un duro ejercicio por una parte de negación y por otra de afirmación, de lo que es respetable, aceptable y deseable, y de lo que no puede suceder y por tanto no sucede. Cuando se olvida el fondo quedan las formas, menos comprometidas ya que son simples y confiables como una buena taza de té.
También adoran el campo, porque como bien sabía Stiglitz la naturaleza tranquiliza.
Dos que se educan de la misma manera incluso pueden reirse juntos.
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