Beatriz Colomina es arquitecta, historiadora y teórica; dirige el Program
in Media and Modernity de la Universidad de Princeton. Su trabajo,
publicado en diversos libros traducidos a varios idiomas, analiza la relación
entre la arquitectura y los medios de comunicación. Actualmente prepara junto a
Mark Wigley la Bienal de Diseño de Estambul 2016: “Are We Human?”.
[PH]: En tu conferencia en el Museo Jumex
(marzo de 2016), realizada en el contexto de la exposición Superpowers of Ten,
de Andrés Jaque, mencionaste que estás trabajando en el tema de Privacidad
y publicidad en la era de las redes sociales, que actualizaría y ampliaría
las reflexiones de tu libro publicado en 1994.
Beatriz Colomina [BC]: Este tema
surgió cuando tuve que hacer la introducción a la edición española de Privacy
and Publicity. Como habían pasado 15 años, sentí que había que reflexionar
sobre la llegada de internet: de qué forma había cambiado la manera de pensar
lo que es público y lo que es privado. Después, hace dos años, cuando la
Universidad de Columbia organizó una conferencia que se llamaba 2000+,
que analizaba las urgencias de la teoría arquitectónica, escribí el primer
capítulo de esta nueva investigación. Se trata de hacer una reflexión o incluso
un mapa. Ver cómo los social media, que no estaban en el año 2000, poco
a poco han ido llegando. Primero con cosas como Friends Reunited o MySpace
hasta que empiezan a crecer exponencialmente, a tal que punto que hoy hay más
de 1,000 millones de personas usándolos. Es algo que no podemos eludir ni
desconsiderar, pues cambia por completo las relaciones entre lo público y lo
privado, lo exterior y lo interior, que son las maneras en las que siempre
pensamos la arquitectura. Esto me llevó a otro tema que también me llamaba
mucho la atención en aquel momento. Había leído en el Wall Street Journal
que 80% de los profesionales jóvenes de Nueva York trabajaban en la cama, que
se ha convertido en el lugar donde realmente la gente no sólo trabaja, sino que
también se conecta. Al mismo tiempo, y después de la crisis de 2008, toda una
nueva generación se encuentra sin trabajo en los lugares tradicionales, pero
sobrevive —y algunos hasta viven bien— con una serie de trabajos que ya son muy
diferentes, de freelance. En situaciones como Nueva York, donde el
espacio es muy reducido y donde la mayoría de la gente vive en un estudio que
prácticamente abres la puerta y te tiras en la cama, ésta se ha convertido en
el centro del universo, un universo en el que no hay ni noche ni día. Es la
cultura del 24/7 de la que habla Jonathan Crary y que define como una forma de
explotación en la edad del capitalismo tardío. Hoy puedes estar trabajando con
China o Australia, en un horario que te obliga a despertar a mitad de la noche
y luego te vuelves a dormir.
Todo esto me hizo volver sobre lo que fue la transformación más
radical del siglo XIX, la separación entre el lugar de trabajo y el de la
vivienda. Walter Benjamin, por ejemplo, habla de este nuevo sujeto que se
constituye en el interior y en la oficina. Esta separación, de alguna manera,
colapsa en este momento, con la vuelta a una confusión entre el trabajo y la
vida, entre el día y la noche, que es incluso pre-industrial, pues antes de la
sociedad industrial no existía eso de las ocho horas. La gente, cuando se iba
la luz hacía de todo: dormían, comían, hacían el amor, trabajaban, luego
volvían a dormir; era una cosa más fluida. Hoy, cuando te preguntas dónde
tienes el teléfono, te das cuenta de que duermes con él; estamos siempre conectados,
el teléfono es la última cosa que acaricias en la noche y la primera en la
mañana.
PH: La revista Arquine No.74 estuvo dedicada a los
espacios de trabajo. Nos dimos cuenta cómo las oficinas actuales de
empresas de internet como Google, Facebook o Uber se diluyen esas fronteras en
los tiempos de trabajo, ocio y descanso propios de la modernidad, en el que
elementos como el tenis de mesa podrían mostrar esa transformación. La pregunta
era “¿por qué hay una mesa así en una oficina?”
BC: Esa es una de las cosas en las
que he estado trabajando. En el Pabellón de Estados Unidos de la Bienal de
Venecia de 2014, OfficeUS, escribí precisamente sobre la cama, sobre
cómo es ahora un espacio de trabajo. Desde el punto de vista de la
arquitectura, creo que la gente sigue funcionando y pensando como si
estuviéramos todavía en la ciudad del siglo XX. Estoy segura que si la
separación de la vida y el trabajo nos llevó a las ciudades que habitamos ahora
y que nos llevaron al borde de una transformación radical de las formas en que
vivimos, esto tiene implicaciones muy profundas para la arquitectura que hay
que tomarse en serio.
PH: Por ejemplo, la empresa Airbnb
ya no se enfoca en los clientes que van hacer uso de la misma, sino en aquellos
que van a rentar su casa, que pertenecen a un determinado rango de edad y que
trabajan en la industria creativa. El mensaje remarcaba que, gracias a ellos,
uno puede llevar a cabo su empresa de diseño, hacer más películas, etc. Lo que
desestructura también ese fenómeno temporal. Ahora el espacio doméstico pasa a
ser casi un hotel.
BC: Sí, pero no es un hotel. Es lo
que es bonito, que ha cambiado nuestras expectativas. AirBnb es una cosa
completamente fascinante, porque no sólo te están vendiendo una habitación que
sale más barata que un hotel, que es lo que parecía al principio, te están
ofreciendo conectarte con un mundo más auténtico. Puedes ir a ver a los amigos,
te recomiendan restaurantes o bares, dónde comprar, te conectan con todo a
través de las redes sociales. Su publicidad nos presenta en el centro de París,
un barrio que no es el más turístico, viviendo la vida cotidiana de un
parisino. Esto es muy interesante, ya nadie quiere ser el turista anónimo sino
conectarse con la cultura del lugar y estar dentro. Se presenta como una
experiencia más auténtica y al mismo tiempo más anónima.
PH: ¿Este tipo de redes sociales
permite construir una rutina distinta a la del paquete turístico?
BC: Y a la que perteneces. Antes
llegabas a una ciudad y tenías que buscar qué restaurantes estaban
recomendados. Ahora hay una serie de redes sociales que te ofrecen gente para
ir a comer a sus casas; puede ser carísimo, con ingredientes maravillosos, en
una casa fantástica. Con los estudiantes en Princeton vimos que hay gente que
puede pagar hasta 160 dólares en una cena así, porque está clasificada como un
servicio excepcional. Pero no estás en un restaurante, estás en una casa.
PH:
Contabas en tu conferencia cómo la casa de los Eames es lo
mismo que todo ese proyecto expositivo de control del flujo de la información
que realizaban en sus pabellones. ¿Crees que desde la arquitectura hay alguna
respuesta similar ante los casos que estamos hablando o realmente va por
detrás?
BC: Vamos todos detrás. De alguna manera siempre es muy difícil ver el
presente. Es mucho más fácil para nosotros ver cómo en el siglo XIX la casa se
separó de la oficina y cómo dio lugar a un tipo de urbanismo distinto. Ahora
estamos en medio de ello. Lo único sobre lo que estoy llamando la atención es
que deberíamos fijarnos más en lo que está pasando. No es que los arquitectos
vayamos a determinar el modo en el que se están viviendo las ciudades, pero
podemos aprender de lo que se está desarrollando. Ésta es una nueva realidad en
la que nosotros podemos contribuir, pues también lo es en el sentido realidad
arquitectónico y urbanístico. No se trata tanto de decir lo que debería ser,
sino de identificar esas formaciones que están ocurriendo; pensar qué podría
ser la respuesta arquitectónica, cómo actuar. Así como estos empresarios han
sido capaces de imaginar otras formas de conectarse, ¿por qué nosotros no vamos
a poder pensar diferentes maneras en las que se podría vivir?
PH: En esa misma charla proyectaste la imagen de una pantalla
de un teléfono a través del cual se ve la calle pero incorporando datos que no
encuentras a simple vista, como si la ciudad se pensara ya bajo esta mirada
proteica.
BC: Es que vivimos en una especie de espacio híbrido. Ya no podemos ni
navegar la ciudad como antes, ahora la gente va con el celular. ¿En qué espacio
estamos? Ahí donde estamos, conectándote con otro amigo que te manda fotos de
su gato, de sus niños o de no sé qué. Estás aquí y en otras tantas partes del
mundo simultáneamente. ¿Qué tipo de experiencia es esa?
PH: Contabas en tu conferencia cómo
la casa de los Eames es lo mismo que todo ese proyecto expositivo de control
del flujo de la información que realizaban en sus pabellones. ¿Crees que desde
la arquitectura hay alguna respuesta similar ante los casos que estamos
hablando o realmente va por detrás?
BC: Vamos todos detrás. De alguna
manera siempre es muy difícil ver el presente. Es mucho más fácil para nosotros
ver cómo en el siglo XIX la casa se separó de la oficina y cómo dio lugar a un
tipo de urbanismo distinto. Ahora estamos en medio de ello. Lo único sobre lo
que estoy llamando la atención es que deberíamos fijarnos más en lo que está
pasando. No es que los arquitectos vayamos a determinar el modo en el que se
están viviendo las ciudades, pero podemos aprender de lo que se está
desarrollando. Ésta es una nueva realidad en la que nosotros podemos
contribuir, pues también lo es en el sentido realidad arquitectónico y
urbanístico. No se trata tanto de decir lo que debería ser, sino de identificar
esas formaciones que están ocurriendo; pensar qué podría ser la respuesta
arquitectónica, cómo actuar. Así como estos empresarios han sido capaces de
imaginar otras formas de conectarse, ¿por qué nosotros no vamos a poder pensar
diferentes maneras en las que se podría vivir?
PH: En esa misma charla
proyectaste la imagen de una pantalla de un teléfono a través del cual se ve la
calle pero incorporando datos que no encuentras a simple vista, como si la
ciudad se pensara ya bajo esta mirada proteica.
BC: Es que vivimos en una especie
de espacio híbrido. Ya no podemos ni navegar la ciudad como antes, ahora la
gente va con el celular. ¿En qué espacio estamos? Ahí donde estamos,
conectándote con otro amigo que te manda fotos de su gato, de sus niños o de no
sé qué. Estás aquí y en otras tantas partes del mundo simultáneamente. ¿Qué
tipo de experiencia es esa?
PH: Andrés Jaque ha mencionado que
en su proyecto COSMO, el pabellón del MoMA PS1 2015, incorpora una web como
parte material del proyecto, respondiendo a estas nuevas situaciones.
BC: Andrés ha sido uno de los
primeros arquitectos jóvenes que ha entendido eso perfectamente desde el
principio. Hay muchos que lo utilizan como una cosa de “y además tener que
poner un link”, pero para él es parte de su pensamiento. Y no solamente los
arquitectos se lo deben tomar en serio, sino que también la gente de los
museos. Yo he oído decir, y no sé si es cierto, que el director del MoMA PS1 lo
primero que preguntó fue cómo se iba a ver el proyecto en redes como Instagram.
Eso va directamente al tema Privacy and Publicty. En ese momento todavía
era polémico hablar cómo, al principio de siglo XX, con la llegada de las
revistas ilustradas y las fotografías, hubo toda una polémica entre los
arquitectos. Por ejemplo, Adolf Loos acusaba a Josef Hoffmann de diseñar sus
edificios para que aparecieran bien en la fotografía. Los arquitectos
respondieron a esa nueva realidad que les daba la posibilidad de presentar su
trabajo en revistas, de manera que hicieron su trabajo fotogénico. Loos es el
personaje que está en la frontera entre estos dos mundos y se resiste todavía.
Él critica a aquellos que se prestan demasiado fácil a adaptarse a los medios
de comunicación. Pero en realidad él, a pesar de lo que dice, está allá de
muchas maneras, jugando con esta nueva realidad. Le Corbusier es uno que ya
entra de lleno, no es simplemente como Hoffman que hace que sus edificios
puedan parecer mejor en las fotografías, sino que Le Corbusier usa la misma
lógica de los nuevos medios de comunicación: la fotografía, el cine, la radio e
incluso la televisión: forman parte importantísima de cómo repiensa la
arquitectura.
En este momento ya hay arquitectos como Andrés y otros que, de alguna forma, ya han incorporado estas lógicas. Pensar la arquitectura de hoy con esta lente puede ser muy interesante. También yo tengo la ventaja de haber visto y trabajado la arquitectura moderna desde este ángulo, que era polémico cuando lo escribí. Al empezar a hablar de que Le Corbusier tenía algo que ver con los media, a muchos historiadores les daba un ataque al corazón. Decían que esto no tenía nada que ver, que si no había leído a Colin Rowe. Claro que lo había leído, en Barcelona todos leíamos a Rowe, pero eran estudios formalistas, muy interesantes, pero no eran lo único que estaba pasando. Se resistían a la idea de que se pudiera presentar a Le Corbusier contaminado por los media cuando, en realidad, yo lo presento como una persona tan inteligente que entendió la realidad de ese nuevo mundo.
En este momento ya hay arquitectos como Andrés y otros que, de alguna forma, ya han incorporado estas lógicas. Pensar la arquitectura de hoy con esta lente puede ser muy interesante. También yo tengo la ventaja de haber visto y trabajado la arquitectura moderna desde este ángulo, que era polémico cuando lo escribí. Al empezar a hablar de que Le Corbusier tenía algo que ver con los media, a muchos historiadores les daba un ataque al corazón. Decían que esto no tenía nada que ver, que si no había leído a Colin Rowe. Claro que lo había leído, en Barcelona todos leíamos a Rowe, pero eran estudios formalistas, muy interesantes, pero no eran lo único que estaba pasando. Se resistían a la idea de que se pudiera presentar a Le Corbusier contaminado por los media cuando, en realidad, yo lo presento como una persona tan inteligente que entendió la realidad de ese nuevo mundo.
PH: Existe cierta resistencia de la
arquitectura fuera del objeto o del arquitecto como una figura pura. Sin
embargo, viven una vida, están en un contexto determinado que no pueden eludir.
BC: Por eso los Eames son tan
interesantes, porque se anticipan a esta realidad, que es la que se aproxima
más a la nuestra. Esta idea de dar una cámara a todos los empleados y a sus
hijos, que cualquiera, en cualquier momento, pudiera tomar una fotografía más
interesante que la de un fotógrafo “canónico”, es como un Instagram antes de
Instagram.
PH: Y que tiene que ver con el display
de sus instalaciones.
BC: Sí. La idea de que el usuario
es también capaz de ordenar su información. Es como el Instagram pero en
físico: aquí pongo éste, aquí pongo la otra. Ellos organizaron su casa para que
pareciera todo casual, pero todo estaba pensado hasta el último momento: la
hoja del árbol que ha caído en el camino hacia la casa, no es una hoja casual,
ahí va, una hoja que tenía la forma perfecta y si no tenía el color adecuado,
tenían aerosoles y sprays para que el color fuera el justo. Está todo
calculadísimo, es como una representación de su vida.
PH: Se construye una imagen, hay
una clara construcción performativa en cómo se muestra.
BC: De la misma manera que ahora.
No pones en Facebook todo, pones lo que te interesa que sea vea. Son estados
que están constantemente construyéndonos y representándonos a nosotros mismos.
Ahora todo el mundo es editor, todo el mundo es curador de sus propias imágenes
y de su propia vida. Estamos todos curating, que también tiene algo de
curar, de tener cuidado de la enfermedad y de mantener cierta imagen y cierta
dignidad.
PH: Ahora que hablabas de curar,
has investigado la arquitectura en relación a los rayos X, cómo exponen a un
determinado cuerpo.
BC: Exacto, a un determinado
cuerpo. La enfermedad también es una forma de diferencia porque, como dijo
Andrés, en los años 50, al mismo tiempo que se está presentando esta imagen tan
perfecta, empiezan a ocurrir muchos movimientos: el movimiento feminista, el queer,
el de los discapacitados. Haciendo Radical Pedagogy, encontré el Center
for Independent Living de Berkeley. Los estudiantes de arquitectura de
Berkeley fueron los primeros en reivindicar esta idea de integrar a las
personas con discapacidad. Había una gran cantidad de gente volviendo de la
guerra de Vietnam y de la guerra de Corea viviendo en Berkeley porque era un
sitio liberal. El Center for Independent Living trató de pensar, en
colaboración con ellos y sus organizaciones, cómo se puede organizar una casa
para que esa gente pueda vivir independientemente. Esto da lugar al Americans
with Disabilities Act que acaba incidiendo en la ley. Esto es una cosa que
habíamos olvidado, que yo, por lo menos, no sabía hasta que empecé Radical
Pedagogy. Hay esta fachada y al mismo tiempo que se está quebrando todo
esto que luego explotará, como en el 68. Ahora estamos en una situación
distinta que Superpowers of Ten representa muy bien, mostrando todos
esas controversias que no se sabían: la película de Kodak, la enfermedad, la
bomba atómica. Es una revelación.
P.D. Se venden estos artilugios por si no quieres trabajar sentado.
2 comentarios:
Yo detesto estar en la cama que no sea para dormir o hacer el amor...
Esa posición me parece muy incomoda, en realidad tiene los brazos en el aire, tiene que ser muy cansado... :(
Y si, lo que está presente, pero sobre todo lo que viene lo va a revolucionar todo, pero yo ya no lo veré así que voy a seguir disfrutando a mi manera y de la forma ya ancestral... :)
Besos y salud
Y yo Genin.besos.
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