lunes, 18 de mayo de 2015

el grado cero del pensamiento: estamento y casta




El grado cero del pensamiento es una dimensión de la cultura en la que las palabras se vacían de sentido y todo discurso se convierte en una retahíla de inmundicias. El poder ya no informa, se dedican simplemente a ocultar materia oscura.

El grado cero del pensamiento es también el grado cero de la moral y el grado cero del criterio. Con el advenimiento del grado cero del pensamiento la cultura se degrada hasta convertirse en una grotesca caricatura de sí misma.

Es el momento en que el pensamiento deja paso al entretenimiento de carácter infantil y al infantilismo.
Con el grado cero del pensamiento el tiempo se convierte en un pasar sin sentido: en un pasatiempo.


El grado cero del pensamiento va creciendo sin que nos demos cuenta, hasta que se impone de forma aplastante, generando un fenómeno que acabará devastando el fondo humanista y humanitario de los sistemas que aún se sostienen: la pérdida de relieve de la vida y de la muerte.

No son una casta
los que vomitan palabras desgastadas
en el anfiteatro de la vacuidad
y de la senilidad política.

Tampoco son una clase
los que expelen frases hechas
en foros y parlamentos.

Son un estamento
incesantemente dedicado a conducirnos
al grado cero del pensamiento.

Gracias a ellos
es posible regresar al pasado
sin necesidad de recurrir a la máquina del tiempo
y disfrutar del espectáculo en vivo:
la obra que mejor representan
es la de Saturno devorando a sus hijos.

(Jesús Ferrero)



5 comentarios:

Rick Forrestal dijo...

Ha.
Send me some of that medicine.

Genín dijo...

No quiero ni pensar en el grado cero de la cultura :)
Besos y salud

David dijo...

Pues sí.

V dijo...

Nunca olvidarè a un compañero de catequesis en el cursillo antes de la primera comuniòn cuando el catequista nos preguntò: que quereis ser de mayores....hubo respuestas tipicas de todo tipo...pero uno dijo....yo...vivir sin pensar.....tenia ocho años.....un abrazo

Blue dijo...

Pensar, pero después olvidar lo pensado y vivir.

Besos, Marcela.