domingo, 20 de septiembre de 2009

una ama de casa suaba


No sé si sabéis que Angela Merkel despierta entre la izquierda -sic-léase Obama, una atracción casi fatal. Lo mismo que Blair despertaba en la derecha.
Angela ha sido por tercer año consecutivo según Forbes la mujer más poderosa del mundo. Y ella va de oficinista dedicada a poner en orden su país, siempre discreta pero discrepando de otros mandatarios y poniendo en marcha su política, que ella misma definió como de "ama de casa suaba".
“Unamos nuestra voluntad, nuestra inventiva, nuestra creatividad en la construcción del futuro en la que todo formará parte de una única forma que desde las manos de millones de artesanos se elevará hacia el cielo, como el símbolo cristalino de una fe que está surgiendo” Ésto no es un manifiesto político sino de Bahaus, y los alemanes lo siguen valorando
Angela va a ganar las elecciones porque es una persona de fiar, y además va a bajar los impuestos. !Cosa que no es nada solidaria!, pero que gusta a todos siempre.
Cómo será Angela que hasta a Sarzko se le va a veces la mano hacia ella.
Cuando otros tienen que vender sonrisas y contradicciones, ella sigue en sus trece. Hay que legislar y hacerlo en serio. Mientras Obama ya ha anunciado que el G-20 ha sido un fracaso. Y es que quién se cree que se desplome un sistema y todos los que tenían que estar al loro para que no ocurriera, se reunen, comen, presentan unas medidas en papel mojado, y venden que se han tomado las medidas necesarias para arreglarlo.
Creo que necesitamos más Angelas, mujeres de carácter que no se casen más que con sus electores y busquen hacer la tarta de queso para todos. (La tarta es una especialidad suaba).
Mientras Salgado dice que van a subir los impuestos como en Finlandia, y El País que está guerrero le enmienda y con cifras y datos demuestra que en Finlandia van a bajar los impuestos. !Cosas veredes!.
Para que alguien mienta, tiene que haber dos: el que miente y el que se lo cree.

En un tiempo de seductores y vendedores de peines sin púas, Merkel no tiene glamour. Si enternece a buena parte de quienes la admiran en Alemania, que son muchos, es precisamente por lo contrario, por ese rostro tristón e inexpresivo de patito feo, sus gestos de fastidio ante los focos o su vestuario alejado de cualquier veleidad y pretensión: no hay trampa ni cartón, vale lo que vale y se la debe valorar por sus acciones y resultados. También, es verdad, por la súbita luz que ilumina su rostro cuando sonríe abiertamente o por su ironía inteligente pero mordaz, alejada de cualquier vulgaridad.

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