lunes, 22 de junio de 2009

aterricen como puedan

No hace falta leer las vísceras de los animales, ni los posos del café para ver el más allá. Sólo hace falta desconfiar un poco de lo que dicen los expertos interesados, políticos y vendedores de peines, para darse cuenta de que la crisis no ha alcanzado ningún fondo.
Si tenemos en cuenta que se refundó el capitalismo-que era lo que no funcionó-, en tan sólo dos reunidones del G-20, con genios económicos de la altura de Berlusconi, ZP, y otros que tal bailan, veremos cómo lo que nos espera es mas de lo mismo, sólo que peor. Disfruten de lo que tienen y aténse los cinturones.
El oro se ha establecido como una inversión refugio tras el estallido de la crisis financiera: en busca de posiciones seguras, los grandes capitales de todo el mundo han recurrido al metal amarillo para capear el temporal bursátil. Así, la onza llegó a un récord de 1.030,8 dólares en marzo de 2008, para luego caer a menos de 700 dólares a fines de octubre y reescalar hasta el cierre de esta edición a 814 dólares la onza. Esto quiere decir que una persona que hubiera entrado en el mercado del oro en el mes de enero habría obtenido a esta fecha alrededor de 12% de revalorización de su capital, un rendimiento muy superior que las tasas de interés que ofrecen los bancos.
Y ahora la noticia que confirma el miedo y la necesidad de seguridad:
La verdad que es alucinante la creatividad de algunos emprendedores.
Una muestra: esta historia de un alemán que propone llenar Europa de máquinas expendedoras de ¡oro!. La noticia es de
France Press:En el aeropuerto de Fráncfort, el tercero de Europa en número de pasajeros, los viajeros, más temerosos de la inflación que del avión, pudieron probar la pasada semana un prototipo de esta máquina y aprovechar así del tiempo de espera para comprar algunos gramos del metal precioso.

En estas máquinas, bautizadas como Gold to Go, el oro se propone en hojas de uno a 10 gramos, o bien en forma de monedas australianas o canadienses. El principal argumento de venta será el precio: el vendedor promete una tarifa un 20% inferior a la practicada por los bancos alemanes. El inventor se embolsará un margen ‘razonable’, promete. Y las tarifas marcadas por la máquina serán continuamente ajustadas a la cotización mundial, gracias a un programa específico creado para la ocasión.

El viajero deberá desembolsar unos 30 euros por un gramo de oro o cerca de 245 euros por 10 gramos, según el curso actual. Geisslar no esconde que con esta idea quiere aprovecharse del interés tradicional de los alemanes por este metal precioso, considerado como un valor refugio en tiempos de turbulencias financieras. Tras la hiperinflación de los años 1920 y los estragos de las dos guerras mundiales, los alemanes buscan más que ninguna otra cosa la estabilidad de sus ahorros. ‘Los alemanes tienen miedo de la inflación. Temen perderlo todo, por tercera vez en un siglo. Con dos veces ¡basta!’, explica Geisslar.

(Instalación de Aleksandra Mir)

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