miércoles, 10 de agosto de 2016

la emoción y el pensamiento caminan juntas


Rechazo separar la dimensión emocional y la intelectual. Creo que también las imágenes y las palabras entran en relación. Todo va junto. En este momento le estoy hablando a usted pero también la miro a los ojos. Y no lograría comprenderla sólo por lo que me dice. 

Si la comprendo es también porque la miro. Para mí no hay una separación entre lo sensible y lo intelectual. Dicho esto, la cuestión de la emoción es central. En ese sentido, los románticos alemanes son los precursores del surrealismo pero también del estructuralismo. El romanticismo alemán siempre tuvo interés en la estructura. Levi-Strauss también era un romántico. Y en este caso queda claro nuevamente que no hay emociones puras. Lo que hay es una emoción del pensamiento. 

Tampoco hay pensamientos aislados, separados de la emoción; de lo contrario, el pensamiento no podría captar su objeto. Por eso las imágenes son tan difíciles de analizar. Yo solía ver a mi padre, que era pintor, trabajar en su taller todos los días y una de las cosas que más recuerdo es el modo en que se aproximaba y se alejaba del lienzo una y otra vez, involucrando el cuerpo en su trabajo pero necesitando también de cierta distancia. 

En la actividad del pensamiento podemos hacer lo mismo. Si miramos de cerca, hay cosas que se nos escapan y si miramos de lejos, al estilo de los grandes filósofos, nos involucramos en una actividad que resulta insuficiente. La emoción es el momento en que uno está muy cerca: cuando se superponen la mirada y el tacto. Tomar distancia es importante para ejercer la crítica pero si uno sólo se aleja, es inevitable que se pierda el fenómeno.
( Georges Didi-Huberman, filósofo)

martes, 9 de agosto de 2016

Llámame idiota para seducirme, pero soy divina de la muerte



Un mundo al alcance de todos los idiotas que sientan que realmente lo son.  Demna Gvasalia  nuevo director creativo de Balenciaga demuestra que no cabía duda de que sus propuestas iban a acaparar críticas y alabanzas a partes iguales. El georgiano, conocido por elevar a la casas que nacen a los a los altares de la industria, presentó su primera colección para la histórica casa durante la pasada Semana de la Moda de París. Y allí, entre plumíferos de proporciones imponentes, prendas deportivas y maxicadenas, se colaron los bolsos de la discordia. Si las colecciones de Gvasalia para Vetements ya eran conocidas por apropiarse de logos de otras marcas (el chándal de Champion o la camiseta con el logo de la empresa de mensajería DHL son solo un par de ejemplos), pocos dudaron en acusar al diseñador de tomar prestado el estampado de rayas arcoíris de las bolsas tradicionales tailandesas conocidas como ‘sampheng bag’.  

Las redes sociales se inundaron de jóvenes poseedores de las bolsas “originales” que ironizaban diciendo que “ellos también tenían un Balenciaga” y algunos llegaron a mostrar su preocupación acerca de si al viajar fuera de su país podrían ser acusados de llevar un bolso falso. El Departamento de Propiedad Intelectual de Tailandia, sin embargo, no tardó en acabar con los rumores de plagio: “La bolsa de arcoíris se ha utilizado en Tailandia desde hace mucho tiempo. No es ilegal llevarla a Europa ya que no es una imitación. Si uno tiene la intención de copiar; el material, modelo, forma y color deben ser los mismos”, explicó en aquel momento Nantawan Sakunkarn, director del departamento.

Aunque la sombra del copypaste dejase de planear sobre Gvasalia, sus bolsos no han abandonado los titulares de la prensa especializada. La colección de accesorios, bautizada irónicamente como ‘Bazar’, acaba de ponerse a la venta y, como era de esperar cuando la vimos sobre la pasarela, tiene todas las papeletas para convertirse en la más buscada y deseada del otoño. El modelo más pequeño cuesta 1.195 euros en la web de la firma y la versión XXL, aún más similar a las del país asiático, alcanza los 2.300. Mientras tanto, las bolsas tailandesas –que, por cierto suelen verse en los mercados o lavanderías locales– pueden comprarse por un par de euros aunque su precio ha aumentado hasta los 100 Baht, unos 3 euros, desde que subiesen a la pasarela. Eso sí, la versión deluxe es de manufactura italiana y está elaborada en piel de cordero mientras que la asiática es de plástico y nylon. 

Una notable diferencia potenciada gracias al logo de Balenciaga impreso sobre el diseño. Diez letras doradas que transforman un accesorio puramente funcional y olvidado por la industria de la moda en el nuevo ‘it bag’ de la temporada. 
(ELP)