jueves, 11 de junio de 2015

siento decir lo que pienso, pero lo digo




...Utilizo el muro como un espacio de transición y desconexión, no quiero pontificar ni es propiamente un lugar en el que haga “crítica de arte”; lo mismo pongo una cosa sobre política que una foto de mi perrita o un vídeo chorra. Busco, por todos los medios, distraerme, en el sentido estricto. Escribo con mil elementos que impiden que me concentre como si estuviera haciendo un “exorcismo” de la actitud meditativa clásica. Pongo la tele, escucho programas basura, pongo un disco pachanguero, contesto al teléfono, entro y salgo de facebook, mando mails, salgo a la compra, me monto a pedalear en la bicicleta estática.

Tengo en mi “estudio” varios “campos de acción” abiertos a la vez: libros en proceso, ensayos breves o largos, críticas para el periódico, columnas para las revistas en las que colaboro, TFGs y TFMs de los alumnos de grado y máster. En cada espacio hago lo que puedo y lo que me place. Como soy un detractor de la frase de Teresa de Ávila (“escribo como hablo”), lo que planteo es una “contextualización” de cada cosa, pero de forma automática; por ejemplo, lo que posteo en facebook está hecho a primera intención, como un borrador, sin corregir nada, con erratas y desastres de puntuación, como una reacción instintiva y, acaso por ello, hondamente ritualizada.

He tenido la fortuna de sufrir poquísimas censuras en mi trabajo como escritor y crítico desde los años ochenta. No quise formar parte de capillitas cuando empecé, tampoco me pedían formar parte de ninguna.  

Escribía y escribo lo que me da la gana y, por razones que ignoro, no me censuraban o meramente me cambiaban (con toda la razón) una coma o acortaban cuando me iba de madre. Cuando tengo la impresión de que algo no se puede decir tengo la jodida manía de soltarlo. Soy, desde pequeño, un incontinente y hasta inoportuno, me he columpiado en infinidad de ocasiones y puedo ser metepatas hasta niveles inconfesables, intento no ser el rey de la descortesía (otros cumplen ese papel a la perfección) pero mi carácter no me permite ser “versallesco”. He conseguido disfrutar de lo que haga durante más de tres décadas, mantengo un puñado escaso de amigos y los que me conocen saben que no voy de “coleguita” ni me gusta el pasteleo. Repito mucho una frase: siento decir lo que pienso. No es una excusa sino la tarea moral de un crítico.

( texto de una entrevista a Fernando Castro, me identifico con él en lo trivial del párrafo ya que a nivel intelectual no tengo altura)

lunes, 8 de junio de 2015

obras son amores y no buenas razones.



Hay un mundo al alcance de todos los idiotas que sienten que realmente lo son. Y que están. No tengo muy claro cuál es el contexto. Ni tampoco que ser feminista tenga que ver con cocinar para tu marido. Si un hombre hubiera dicho  ("me gusta la idea de que los hombres cuiden de sus mujeres") seguramente también habría sido tachado de machista, esa palabra tan de gatillo fácil. Y con tantas capas de pintura que acaba no significando nada. 

Si yo quiero que mi novio me llame "tontita" o si me gusta cuidarlo es algo que dudo tenga que ver con el feminismo. Salvo que, además, tenga que ver con el simplismo. El amor lo que sí tiene es mucho de sumisión. De arrastrarse frente al otro. Diga lo que diga el feminismo, Simone de Beauvoir o María Teresa Campos.

Como estado de imbecilidad transitoria, según la manida sentencia orteguiana (o como pérdida de dignidad), el amor está por encima del feminismo. Otra cosa es que podamos abrir cuentas corrientes, ir a la universidad o presentarnos a diputadas. El amor también está por encima del sentido común. Cuando uno está enamorado seguramente no debería hablar de lo que le gusta o de lo que hace por el otro porque da mucha vergüenza. O sí, qué demonios, porque casi todo el mundo puede entenderlo. Tampoco estaría de más tatuarse, al menos "perrita faldera". O gilipollas.

Y este es un tipo de amor que no gusta pero engancha. Es una dicción más peligrosa que el alcohol o la heroína. Y hay que pasar de él, porque lavida amorosa tiene mucho de compañerismo, de cariño, de equipo. El amor inquieta, el cariño tranquiliza. No se me ocurre un amor más perfecto que el amor animal. Y más imperfecto que el amor propio.