martes, 24 de junio de 2014

Simone Veil: el trabajo no como finalidad



En en el trabajo hay un elemento irreductible de servidumbre desde el momento en que está gobernado por la necesidad y no por la finalidad. Es decir, se realiza a causa de una necesidad, ya sea la de ganarse la vida o la de generar valor, y en consecuencia es una pena, pues no tiene objeto fuera de sí mismo, no se realiza con vistas a un bien.
La idea de una necesidad como único estímulo de la acción nos proporciona la idea de un mundo completamente indiferente a nuestros deseos, pues es un mundo en que lo real y lo necesario son la misma cosa. Sin embargo, en la realidad caben más cosas que la necesidad, ya que de lo contrario seríamos individuos determinados e incluso predeterminados por nuestros recursos, cuando obviamente es posible crear esos mismos recursos o incluso inventarlos, por no hablar de la capacidad de vivir al margen de ellos.
Pero aun en el mejor de los casos, en el de un trabajo más digno, más justo, más creativo, hay siempre un elemento de desgracia esencial que ninguna enmienda a la realidad laboral, ninguna revolución, ninguna conmoción social que trate de alterar el statu quo puede suprimir. El origen de la desgracia no es social. Es espiritual. Y lo espiritual debe estar contenido en el trabajo, no fuera de él a modo de equilibrio o compensación:
"Todo el mundo repite que sufrimos de un desequilibrio debido a un desarrollo puramente material de la técnica. El desequilibrio no puede ser reparado más que por un desarrollo espiritual en el mismo dominio, es decir, en el dominio del trabajo.".
La compra del trabajo servil con compensaciones salariales es socialmente humillante y rebaja la condición moral de todos los que la aceptan. Contra ello ha de sublevarse el ser entero y apoyarse en las necesidades del alma, que para cada cual se constituyen como la exigencia de un bien absoluto. Así mismo debe ser rechazado todo lo que en el trabajo mata en el alma la facultad que constituye en ella la raíz misma de toda vocación sobrenatural. Conclusión: el tipo de trabajo contemporáneo debe ser suprimido en su totalidad.
(Simón Veil)

(Quizás parezca un poco estúpido copiar este texto de Veil, en un momento en el que trabajó se vive como el bien más preciado, pero creo que el ser humano debe tener derecho a habitar y alimentarse mínimamente  a cargo de los impuestos y recaudaciones de aquellos que trabajan y de los que además disfrutan haciéndolo.)

lunes, 9 de junio de 2014

fondo para la salvacion de la humanidad


"Hay que organizar con urgencia el Humanity Salvation Found. el Fondo para la Salvación de la Humanidad, con un capital de dieciséis billones paridad oro, con una tasa de interés del 4 % anual. El dinero del Fondo servirá para pagar a todos los creadores: inventores, científicos, técnicos, pintores, escritores, poetas, dramaturgos, filósofos y proyectistas, según las normas que siguen: quien no escribe nada, no proyecta, no pinta, no patenta ni propone nada, cobra una remuneración vitalicia de 36.000 dólares al año. 
Quien practica una de las actividades arriba mencionadas, recibe proporcionalmente menos. (...) Gracias a este sistema, sólo cometerá un acto de creación un verdadero altruista, un asceta del espíritu que ama al prójimo y no a sí mismo, deteniéndose automáticamente la producción de la basura que se vende ahora. (...) No obstante, el egoísmo se manifiesta tanto en la avidez de peculio cuanto en la de la fama; para quitarla de en medio, el Programa de Salvación instaura el anonimato estricto de los creadores". Stanislaw Lem, 'Perycalipsis' (en el volumen 'Vacío perfecto', editorial Impedimenta).


"Para el caso de una actividad creadora clandestina se establece un sistema de castigos y represiones, incluyendo demandas judiciales entabladas por un organismo especial de Control de Emergencia. Se instituye igualmente un cuerpo nuevo de policía, los llamados Patinantes (Patrullas de Investigación Anticreativas). De acuerdo con el código penal, aquel que clandestinamente escribiera, difundiera, sugiriera e incluso señalara disimuladamente al público cualquier fruto de la creación, deseando obtener gracias a este procedimiento lucro o renombre, sufrirá el castigo de incomunicación, trabajos forzados y, si reincide, el de reclusión en una mazmorra con cama de piedra y azotes en cada aniversario de la comisión de su delito. (...) En cambio, no se considera delito la grafomanía pura, sin pretensiones de lucro. En cualquier caso, las personas sujetas a esta tara son aisladas de la sociedad por ser peligrosas para el orden, e ingresadas en instituciones cerradas, suministrándoseles, por motivos humanitarios, grandes cantidades de tinta y papel. Ni que decir tiene que la cultura mundial no sólo no sufrirá menoscabo por culpa de esta reglamentación, sino, por el contrario, empezará a florecer. La humanidad volverá a las grandes obras de su historia, ya que la cantidad de esculturas, cuadros, dramas, novelas, aparatos y máquinas es en este momento suficiente para las necesidades de varios siglos. A nadie se le prohibirá tampoco que se dedique a los llamados descubrimientos que hacen época, a condición que no los pregone". Stanislaw Lem, 'Perycalipsis' (en el volumen 'Vacío perfecto', editorial Impedimenta).

A los editores con animo de lucro y especialistas en basura encuadernada, se les somete a pena de prisión mayor perpetua y condena a leer hasta el fin de sus días, los libros que perpetran ( la idiota)